Sobre «Misántropo» y el cine manso

El pasado 4 de mayo se estrenó «Misántropo», la nueva película de Damián Szifrón («Los simuladores», «El fondo del mar», «Tiempo de valientes», «Relatos salvajes»). Esta es su primera producción de origen norteamericano.

La noche de Año Nuevo, durante los fuegos artificiales, se desata una masacre, los disparos certeros penetran en personas inconexas y el caos se tiende sobre la ciudad de Baltimore. El agente del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) es encomendado para encontrar al asesino y elige a una joven policía de bajo rango para colaborar, Eleanor Falco (Shailene Woodley).

Juntos comienzan una investigación viciada por las disputas de poder, el conflicto se desdobla y la lucha de los protagonistas implica no solo resolver el crimen sino, además, una puja ética.

Un policial que a primera vista va a contar la epopeya tradicional de un policía solo contra todos en la cacería de un monstruo, rápidamente marca su camino alternativo: qué pasa si a propósito de esto se puede hacer una reflexión mayor.

«Misántropo» es una excepción dentro del entumecimiento de la producción industrial, cada vez se hacen más series y películas que siguen los temas de agenda pero, ¿cuántos de ellos son algo más que una cáscara? Mucho del mainstream propone una muestra de afirmaciones sostenidas en algunas consignas marketineras. Pensemos en «Don’t Worry Darling» (Olivia Wilde), «The Menu» (Mark Mylod) o «Empire of Light» (Sam Mendes) como ejemplos de narraciones que nadan en la superficie de las cosas.

Otras como «Nop!» (Jordan Peele) o «Babylon» (Damien Chazelle) tienen como característica elaborar un punto de vista alternativo sobre algo y que esto implique una perspectiva crítica que se distinga del resto de su cine coetáneo. No obstante, insisto sobre la pregunta y la búsqueda de producciones del mainstream o más industriales que se arriesguen tan fuerte como «Misántropo» a dar su visión personal y fangosa sobre un aspecto del mundo.

Esto no implica que «Misántropo» guarde en sí la verdad de algo. Sí implica un atrevimiento mayor a dar una opinión amarga, que duela y movilice a su espectador, contrario a la comodidad de generar miradas abiertas, ambigüedades suavizadas, colchones de algodón para un espectador que busca relatos con buenos muy buenos y malos muy malos, a favor de todo lo que está bien y en contra de todo lo que está mal. Nos rodea un mainstream casi absolutamente manso.

Se podía intuir que en el país que tuvo 68 tiroteos masivos en los primeros 45 días del año, pero que se resiste a discutir la libre portación de armas, esta fisura en la perspectiva podía no caer del todo bien. Estados Unidos es la tierra que construye héroes y enemigos externos sistemáticamente como base de la lógica de sus ficciones y sus realidades. Esta película propone observar los síntomas fuera del binomio: la podredumbre, lo abyecto y lo corrompido que esta vez sale de su propia entraña social.