En la plataforma Disney+ se puede encontrar el documental «Sugarcane», que da cuenta de una de las investigaciones más reveladoras y relevantes de los últimos tiempos.
En el año 2021, en Canadá, se encontraron los restos de 215 niños indígenas que formaban parte de un sistema escolar de residencias controlado por el gobierno y la Iglesia Católica desde 1863. En ese caso en particular, el hallazgo responde a lo que fue la escuela Kamloops, pero las investigaciones dan cuenta de muchísimas más desapariciones y de un procedimiento sistemático para someter a la población nativa.
Es documental está dirigido por Emily Kassie y Julian Brave NoiseCat. Este último, además, lleva adelante el relato a partir de la historia de su propio padre y abuela, víctimas de estas residencias. La investigación se cuenta a partir de la recopilación de testimonios, una tarea que conlleva muchas dificultades: quienes vivieron bajo el sistema de internados guardan traumas muy profundos y les complica expresar lo que vieron y sufrieron, y la búsqueda de documentos necesita de estas declaraciones para poder completarse.
Pero esos secretos que se guardan por miedo, vergüenza y dolor son la garantía de los perpetradores para mantener su impunidad. A su vez, este conflicto va mucho más allá de responsabilidades individuales e interpela a todo un Estado y a la Iglesia Católica a hacerse cargo de lo que, a las claras, fue un plan deliberado para doblegar mediante la tortura y exterminar niños indígenas.
Mucho de lo que se ve en el documental nos puede resonar al proceso posterior a la última dictadura cívico militar en Argentina o al de España luego del franquismo. Procesos lentos que pasan por muchas etapas y se encuentran aún con quienes buscan tapar lo sucedido (o reivindicarlo, en el caso de nuestro país). En Canadá, aparentemente, la conmoción atravesó fuertemente a la opinión pública y desencadenó múltiples manifestaciones, pero también se puede ver una reacción típica de los poderes buscando de forma apurada «reconciliar a las partes» y seguir adelante, una solución que escapa a las complejidades de asumir que dentro de la identidad de un país se encuentra un pasado genocida.
Nuestra tradición de Memoria, Verdad y Justicia a lo largo de cuatro décadas reconoció (con avances y retrocesos) que las políticas públicas deben profundizar en la búsqueda continua de esos tres pilares. Lo que vemos en «Sugarcane» se asemeja a un momento muy inicial de todas esas circunstancias, aunque los sobrevivientes venían hace tiempo denunciando sin ser escuchados, y es inevitable reflexionar puntualmente sobre la transversalidad del daño a pueblos originarios del mundo.