«Tomé un nuevo respeto por estas películas»

El director Juan Martín Hsu («La Salada», 2014) nos cuenta los detalles detrás de su nueva película, «La luna representa mi corazón».

Juan Martín viajó a Taiwán dos veces en el lapso de siete años con el objetivo de investigar sobre el asesinato de su padre pero, una vez allí, se encontró con la historia de su madre como mujer migrante en un mundo machista.

¿Cómo aparece la idea de la película?

«Mi madre se había ido en el 2002 y recién pudimos reencontrarnos en el 2012, no nos habíamos visto los rostros durante diez años porque hablábamos por teléfono. Los motivos los pienso a posteriori, pero primero quería llevar la cámara como un registro familiar, no para hacer una película. Lo que empezó a pasar es que tenía una pulsión muy fuerte de filmar todo lo que sucedía y mi madre empezó a llevarse muy bien con la cámara, la idea de la película se definió cuando yo volví y empecé a ver el material», detalla el realizador.

Hay una característica del registro, que es una cámara esquiva del plano testimonial y más escondida y, sobre esto, Hsu nos dice que «en general en Taiwán las casas son muy pequeñas, ese era un motivo porque era difícil ubicar un trípode y demás, entonces me las ingeniaba para buscar dónde apoyar la cámara también con la intención de que generara una sensación de cámara invisible pensando un encuadre en el que era importante lo que pasara fuera de campo. Nuestros cuerpos siempre quedan recortados con el significado de una imposibilidad de estar juntos, inclusive, en el plano. También había una intención de que los temas aparecieran sin forzarlos, pero para eso la cámara estaba cinco horas filmando para poder sacar un instante».

Un giro desconcertante

Comentado anteriormente, Juan Martín viajó con la premisa de una película distinta a la que filmó. Su idea era indagar sobre el asesinato de su padre, pero una vez que llegó a Taiwán todo cambió: ¿qué pasa con ese desconcierto? «El guion que presenté en las audiencias con el INCAA estaba muy alineado sobre la historia de mi padre, en el primer mes de viaje ya había agotado ese tema y no había casi nada de información y me quedaban cinco meses de viaje con muchas dudas sobre qué iba a filmar y si esto iba a tener sentido. Fue un momento muy difícil para mí el estar perdido, con momentos de exaltación, creyendo que encontraba algo y después no funcionaba… en el desconcierto uno filma alocadamente y sabe que eso no va a servir. Tomé un nuevo respeto por este tipo de películas que son meramente intuición y es imposible calcularlas, es estar, filmar y ver qué sucede con la condición de que, a pesar de todo lo que filmes, quizás esa película no va a existir».

Lo universal y lo particular

Una de las cuestiones particulares de la película tiene que ver con el lenguaje y una barrera idiomática que hace la dinámica intrafamiliar aún más llamativa, pero también están los recorridos temáticos que abarcan cuestiones muy dialogadas en la actualidad, como son los procesos migratorios y la opresión machista para el desarrollo de las mujeres. «Si la película la ve un chino tampoco entiende bien lo que estamos hablando, jugamos con palabras en castellano, nosotros hablamos un chino muy básico y nuestra madre habla muy poco castellano, entonces con mi madre nos acostumbramos a hablar de esa manera para poder comunicarnos. En el medio fue cruzando la historia de mi madre como migrante. La dificultad de ella para lo idiomático tiene que ver un poco con el encierro de ella viviendo en Argentina que, a su vez, tiene que ver con el por qué ella no quiso quedarse acá. Lo que no intentamos es ser didácticos sino quedarnos con la emotividad sobre esos temas».

Audio completo de la nota