1992: las revueltas de la vida

La revuelta civil conocida como “Los disturbios de Los Angeles de 1992” es un acontecimiento que marcó a fuego la situación social de la ciudad más importante de la Costa Oeste de Estados Unidos.

Gracias a la distancia temporal, puede leerse hoy como una consecuencia de una salvaje política policial por parte de la ciudad contra las minorías étnicas, que tuvo comienzo a fines de la década de 1970, que se profundizó con los Juegos Olímpicos de 1984 y que finalizó en estado de ebullición en abril de 1992 tras conocerse el fallo que absolvió a los policías que apalearon, después de una persecución, a Rodney King, un hombre afroamericano desarmado.

Este hecho fue captado en un video casero y usado como prueba definitoria para el juicio, pero para el jurado no alcanzó para condenar a los oficiales. En el cine, a pesar de ser un acontecimiento sucedido hace tres décadas, todavía la reconstrucción no llegó a una mirada distante que permita articular la ficción con la realidad. El extraordinario documental «LA 92» de Dan Lindsay y TJ Martin utiliza como único material el archivo de diferentes fuentes televisivas y caseras, en lo que podría señalarse como la producción audiovisual más cercana a una exploración de lo sucedido.

En «1992» de Ariel Vromen aflora el recurso de hibridación, en esta oportunidad se apela a utilizar como base un hecho verídico para incluir una historia de ficción. Así como tenemos casos de películas de robos que se presentan en un contexto de catástrofe, por ejemplo, el azotamiento de un tornado, también hay historias particulares dentro de un escenario mayor y fácilmente identificable. Mercer, un operario de una fábrica (Tyrese Gibson), en situación de libertad condicional después de una vida de delitos como integrante de una pandilla, intenta componer un vínculo con su hijo adolescente, de quien estuvo ausente en su vida. El temor por un fallo a favor de los policías y una posible revuelta están en los pensamientos del protagonista, en función de la seguridad de su hijo. Mientras tanto, una pequeña banda de ladrones, también una familia: Lowell (Ray Liotta), un padre estricto y por momentos despiadado se une a sus dos hijos con un plan para robar la fábrica en la que trabaja Mercer. El camino de ambas familias se cruza cuando Mercer busca refugio para él y su hijo en la fábrica, momento exacto en el que la banda se presenta, aprovechando la atención policial direccionada casi exclusivamente a los disturbios callejeros.

Vromen ya había posado su interés en hechos reales con «The Iceman», una historia sobre un sicario de la mafia. En «1992», lo verídico funciona a modo de disparador para plantear un thriller y, al mismo tiempo, también como una lectura sobre familias con caminos pedregosos. En ambos casos, los hijos transitan una senda para tejer una relación con sus padres desde la aprobación, en el hijo de Mercer hay una transformación del odio por el abandono a una pleitesía por ver a su padre, finalmente, actuar. A pesar de que el propio Mercer mira su vida con arrepentimiento. Por el lado de los delincuentes, el hijo mayor, Riggin (Scott Eastwood), no puede impresionar a Lowell, a pesar de presentarle una idea brillante para un robo.

«1992» es sólida en su desarrollo y en sus actuaciones, en especial la de Ray Liotta, quien falleció pocos días después de cumplir con sus escenas en esta película. Entre los datos más llamativos está que la filmación tuvo locaciones en Los Angeles y… ¡Sofía, Bulgaria!, a pesar de los contrastes evidentes entre ambas ciudades.

«1992» fue dirigida por Ariel Vromen y contó con las actuaciones de Tyrese Gibson, Ray Liotta, Scott Eastwood, Christopher Ammanuel, Ori Pfeffer, Oleg Taktarov y Clé Bennet.