Catástrofe en la ficción

Esta semana se estrena en salas la nueva película del alemán Roland Emmerich, «Moonfall», que plantea la posibilidad del fin del mundo como lo conocemos si la Luna cambia su órbita sobre la Tierra.

Antes de abordar el más reciente film del realizador de «Moon 44», «Stargate», «Independence Day», «Godzilla», «The Day After Tomorrow», «10.000 AC», «2012» y «Midway», es necesario recordar que vivimos tiempos de posverdad, donde las creencias personales se volvieron más relevantes que los hechos en sí, y continuamos en pandemia, época en la que la desinformación se transformó en un problema global en el que se puso en riesgo la vida de infinidad de personas a lo largo y ancho del planeta por la difusión de ideas sin sustento científico.

Precisamente, la filmografía de Emmerich lo posicionó como un «especialista» del género del cine catástrofe. Este consiste en plantear la posibilidad de un suceso que ponga en riesgo a la humanidad y nos muestre cómo puede ser el fin de nuestros tiempos, por supuesto, con esfuerzo estético en plasmar con suficiente parafernalia y efectos visuales el peor de los escenarios que podríamos atravesar.

Por otra parte, la extensa carrera del escritor, productor y director también navegó la ciencia ficción, en la que los estudios científicos y la demostración empírica se ponen a disposición de una hipótesis que vaya más allá de la cotidianeidad en la vivimos sumergidos para revelarnos fenómenos extraordinarios.

Bueno, nada de esto ocurre en «Moonfall», porque un hombre cualquiera que formó sus teorías en base a lectura ociosa desarma todas las estructuras posibles para decirnos que estuvimos siempre equivocados. La gravedad de la película no solamente recae en lo peligroso que es validar las teorías conspirativas sin sustento científico sino que, además, las afirma y las sienta como base para lo que, a continuación, será un sinfín de acontecimientos inverosímiles sin la más mínima investigación previa. Por lo tanto, no estamos ante un film de ciencia ficción (definitivamente no cumple con la primera de las dos palabras definitorias) y tampoco de cine catástrofe (porque pone el foco en los hechos que le ocurren a los personajes para resolver el conflicto).

Además, entre los tantísimos desastres en pantalla (que incluye una selección sonora paupérrima), subraya de la forma más básica cada escena y no deja lugar a la más mínima interpretación el suceder de los personajes. Por si fuera poco lo antes dicho, justamente la y los protagonistas (en la piel de Halle Berry, Patrick Wilson y John Bradley, respectivamente), tienen comportamientos erráticos y no terminan por definir sus personalidades. Para el resto del elenco, el estereotipo es la expresión que mejor cuadra.

Finalmente, si hubiese un colorario para confirmar el por qué «Moonfall» es un verdadero desastre cinematográfico (la expresión aplica al intento de género tanto como al resultado), incluye y fuerza todos los ingredientes de los géneros que -sin éxito- aborda. A priori, lo único que creía que le podía faltar a la película, tal vez se convierta en el mayor de los spoilers.