Jesse Eisenberg, a diferencia de otros directores, ya en su segunda película acude a un costado biográfico o una temática personal en “Un dolor real”.
Dos primos emprenden un tour de la Shoa por Polonia, el cual tiene un costado íntimo, porque ambos pretenden cumplir la última voluntad de su abuela: visitar la casa de ella antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. La idea no es tan lineal, ambos viven actualidades bien dispares: mientras David (Eisenberg) es un hombre de familia, casado y padre de una pequeña niña, Benji (Kieran Culkin) está perdido y en recuperación tras un intento de suicidio. El viaje es un camino al pasado y, al mismo tiempo, un reencuentro necesario. No hay dudas de que existe un amor entre los dos, tampoco que las personalidades se ubican en las antípodas una de otra y, por supuesto, en un viaje esas distancias pueden eventualmente chocar.
Mientras Benji no conoce de filtros para decir lo que piensa, David es un personaje introvertido al borde de la neurosis. No faltan los momentos en los que durante el tour -por cierto, es excelente la escena de la presentación de todos los participantes- Benji avergüenza a David, en algunas oportunidades por un exceso de opiniones o de acciones como, por ejemplo, la «sesión de fotos» en un monumento a militares caídos, pero en otros casos se trata de una exageración, simplemente, por la alteración sufrida de no pasar desapercibido. En esa sintonía se dan los cortocircuitos entre los primos, David prefiere seguir las reglas bajo una idea de encajar en el sistema y Benji es un espíritu libre sin ataduras. El gran mérito de Eisenberg director está en lograr un balance, donde ninguno de los dos personajes está parado siempre en la baldosa del bien, ni tampoco se les propina algún tipo de castigo por ser como son.
“Un dolor real” no es todo dolor, pero sí es real y está solapado, porque más allá de la resistencia que manifiesta Benji, su persona no tiene verdaderamente otras opciones que seguir una senda ya transitada, con señales e indicaciones para mantener un orden de cómo vivir. La comedia logra escabullirle al drama para tirar sus zarpazos, muchos de ellos son efectivos, un ejemplo de esto es el recuerdo de un cachetazo dado por la abuela a Benji, tal historia es retomada por David para resignificarla y llevarla a la materialización como un intento por animar a su primo, sorpresivamente, todo el hecho se transforma en un disparate. En ese pequeño acto se podría resumir a los personajes y al tono de la película. Sí, hay dolor y al final en esa circularidad formal desde la narración propuesta por Eisenberg (el plano inicial y final es el mismo) también un pequeño dejo de esperanza para mantenerse a flote. Lo cual no es poco.
“Un dolor real” («A Real Pain») estuvo dirigida y escrita por Jesse Eisenberg y contó con las actuaciones de Jesse Eisenberg, Kieran Culkin, Jennifer Gray, Will Sharpe, Kurt Egyiawan y Liza Sadovy. Integra la Competencia Internacional del 39° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.