El hacha del estado (mental)

El terror, la ciencia ficción o cualquier otro género fantástico suelen representar mucho mejor temas, problemáticas o hechos históricos que cualquier drama lineal que apunta al corazón de las cuestiones.

“Censor” es una película que se la puede etiquetar como una de “terror político” pero, más que nada, es parte de un mecanismo sobre el descenso a la locura de un personaje, una recurrencia vista en muchas oportunidades. Si bien este tipo de historias no es original, lo que sí es novedoso es implantar tal premisa en un contexto muy particular como lo fue la Gran Bretaña de la década de los 80′, durante la época de Margaret Thatcher.

Mediante la reforma del código de la British Board of Film Classification (BBFC) se censuró una serie de películas (y recortó muchas otras). La primera en caer en esta lista, la que se llamó en la jerga como “video nasty”, fue “El descuartizador de Nueva York” («Lo squartatore di New York», 1982) de Lucio Fulci. De ese largo papiro de películas marcadas, muchas no llegaron a verse en el país hasta principios del Siglo XXI, como para tomar una dimensión del daño realizado por la inclusión de los activistas conservadores en la decisiones de gobierno en la era Thatcher, la cual no solo se ocupó de las películas sino también de propiciar una política represiva en varios ámbitos.

El escenario del conservadurismo inglés es perfecto para “Censor”, una película sobre el periodo mencionado pero que actúa como correlato de la vida de Enid Baines (Niahm Algar). Ella es una estricta censora que integra (y lidera, en cierta forma) un grupo encargado de visualizar, cortar y fundamentar los cortes de las películas que son puestas en el blanco de la censura feroz de la época. Los antecedentes de Enid ocultan una pestaña oscura, irresoluta y pendiente en su vida: la desaparición de su hermana en un bosque cuando ambas eran preadolescentes. La presentación de esa arista es perfecta en la trama, cuando sus padres la invitan a cenar afuera y, en ese contexto, le informan que van a cesar por su búsqueda después de tanto tiempo para darle un final a esa etapa y comenzar un duelo. Mientras ellos, tras comunicarle la noticia, discuten sobre qué van a ordenar mientras miran el menú del lugar, lo que Enid vive es un estado de negación pero en silencio. El disparador del conflicto está dado en esa escena: es el despertar de la distorsión en su mirada sobre lo que sucederá. Si una persona que es contratada por hacer valer un juicio de valor para censurar películas posibles de atentar la sensibilidad y los valores de una sociedad (según la visión de un gobierno), es brillante advertir el camino a un desmoronamiento de su visión crítica y precisa para el trabajo como un contrapunto que veremos colisionar, casi de manera inevitable.

Un disparador complementario es el asesinato de una mujer y de un niño por parte de un hombre, quien dice haberse inspirado en una película que Enid decidió no censurar. Su vida se encuentra en un sentido centrífugo entre el reflote de la desaparición de su hermana, que le trae pesadillas con una necesidad urgente de resolución, y la exposición pública por el mencionado caso de femicidio y una culpa lateral que la acecha como consecuencia de ello. La directora debutante Prano Bailey-Bond tuerce, con una muñeca de oficio, la culpa de Enid para inocularla en el motor sobre la búsqueda, presentada en un in crescendo de locura casi invisible, nutrido por un maridaje equilibrado entre ficción y realidad. Las antípodas parecen ser el suelo fértil de la película, a modo de concepto que se disipa a lo largo de la historia: ficción versus realidad, lo personal contra lo general, el conservadurismo frente al libertinaje.

El tramo final es el de una locura tangible, un abrazo profundo entre el desvarío narrativo de una mente y la ebullición de colores, justificada por la idea (como si fuera poco) de una película dentro de una película. La ópera prima de la galesa Bailey-Bond se inscribe en la columna de las promesas para el cine del futuro. Por un lado, para extenderle la vida al terror y, mucho mejor aún, que una directora mujer a estas alturas pueda hacer su primera aparición en el cine con este género. Su nombre se anota junto a los de varias realizadoras que, ya a esta altura, trazan un mapa a nivel mundial de una nueva generación de mujeres dedicadas al terror.

Censor (2021). Directora: Prano Bailey-Bond. Guion: Prano Bailey-Bond, Anthony Fletcher. Elenco: Niamh Algar, Michael Smaley, Vincent Frankliln, Adrian Schiller.