El loco mundo del espectáculo

Madre adolescente

¿Te dije que amo los reality shows, no? Siento que ya lo expresé miles de veces. Los amo, no lo puedo evitar. Depende mi humor y mis ganas, pero puedo engancharme con el programa más imbécil y bobo del mundo. Es lo que me gusta hacer y no pienso detenerme. Hace poco volví con un gran hit de hace unos años y ahora no puedo parar. Soy como una adicta que acaba de recaer después de mucho tiempo de sobriedad.
«Teen mom». Mi amor, mi cómplice y todo. Para qué tener amigos si te podés pasar toda la tarde mirando cómo un par de adolescentes tienen que lidiar con el hecho de ir al secundario y tener un alien creciendo en su vientre.
Creo que todo este enamoramiento con «Teen mom» tiene su costado psicológico. En algún punto me siento identificada. Lo que es gracioso, porque ya no soy una adolescente ni tengo hijos. Pero igual. Siempre pero siempre pensé que iba a ser una de esas minitas que tenían todo el potencial del mundo y se cagaban la vida por quedar embarazadas por algún inútil de turno. Juro que en mi adolescencia hice todos los deberes para formar parte de este casting. Y, sin embargo, algo increíble pasó: un día cumplí 20 años y ya no era adolescente ni estaba embarazada. Loquísimo.
Ojo, no estoy diciendo que las que fueron madres jóvenes no amen a sus hijos ni estoy diciendo que antes solía tener potencial y ahora la estoy rompiendo. No, para nada. Pero esta nota no es sobre lo que yo creo o siento sobre «Teen mom» sino sobre lo que está pasando con las chicas del programa. En esta ocasión, la siempre problemática Jenelle Evans de «Teen mom 2» se cagó a trompadas con su exmarido, Nathan Griffith. A ella la amo por una razón muy lógica: la mina no aprende más. Tuvo un hijo con un X (porque literalmente fue un X), se mataba con su mamá que hacía todo lo posible por criar a su nieto como si fuese un hijo, se drogaba sin parar y se filmaba mientras consumía y se peleaba con gente. Tenía accidentes de tránsito, se volvía a drogar, se volvía a enamorar de gente incorrecta, no le daba ni bola a su hijo, se peleaba con su mamá y así a la eternidad.
La chica estaba en probation por haber manejado bajo la influencia de estupefacientes por vez número mil y, por este motivo, tenía dos opciones: hacer trabajo comunitario o ir a la cárcel. La mina terminó en prisión porque, justo, el día que tenia que ir a hacer el trabajo comunitario tocaba Ke$ha y no quería perdérselo. El asunto es Jenelle volvió a tropezar con la misma piedra y tuvo otro hijo con otro X, mientras que la tenencia de su primer niño la tiene su mamá. Lo que se llama un hot mess. Parece que el padre de la nueva criatura recibió un llamado en el que su ex, Jenelle, estaba rompiendo su auto, así que salió a buscarla y ella lo atacó. Pero la versión de ella es que él la intentó arrollar con el coche. Y vos, ¿de qué lado estás?

El fin de una era

Había una vez una adolescente con pinta de gato cascoteado llamada Courtney Stodden. Lo único que la exuberante rubia quería en su vida era ser famosa. Supongo que las ideas en una cabeza tan hueca como la de ella no fueron a causa de un milagro, sino por tener una madre bastante rompe bolas que la llevaba de casting en casting cuando era chica y la obsesionó con ese interés.
Courtney conoció a su «coach» actoral Doug Hutchison, de 50 años, conocido por la película «The Green Mile» y, sin dudarlo mucho, contrajo matrimonio. La pareja se hizo conocida para los paparazzo por su diferencia de edad, porque ella parecía estar drogada y caliente todo el día y porque él es evidentemente gay.
Luego de varios intentos por seguir en el spotlight y varios contratos para reality show fallidos, la pareja de Courtney y Doug se disolvió.
Ella se hizo tetas nuevas y dejó que «accidentalmente» se filtrara un video porno en el que se masturba en la bañera con un helado de por medio. Posta, ¿no es más fácil salir a decir «me cabe el porno, no me animaba a hacerlo con alguien más así que decidí tocarme yo solita»? Digo, como para no hacer papelones y jugar a la gran «te juro que no sabía que me estaban grabando» (in your face, Cinthia Fernandez).
Más allá de todo evidente papelón, la mejor parte (por lo menos para mí) es saber que detrás de esa pequeña mente dañada por tintura rubio platinado había una madre amorosa capaz de prostituirse en pos de la fama.
Esta no es la primera vez que estamos ante un caso de «momager» (mamá+manager) o StageMom, como le dicen. Kris Jenner (la de las Kardashian) es un gran ejemplo, pero también tenemos a Mama June (progenitora de Honey Boo Boo) o Dina Lohan. El tema es que a Krista Keller, otra con nombre de stripper, se le terminó la gallina con huevos de oro. Para ser honestos, no sabemos si Courtney se cansó de su mamá o ella creyó que la idea del video porno era un poco demasiado para sus estándares cristianos. Lo que sí sabemos es que madre e hija se separaron laboralmente pero de manera amigable.

Ni conmigo ni con nadie

Todos sabemos que Chris Brown es un imbécil. Convengamos que alguien que tiene de mejor amigo a Justin Bieber y se hace conocido por partirle la cara a su novia no puede ser muy buen tipo.
Como si eso no fuese suficiente, este supuesto artista salía con una mina hermosa. Hermosa posta. Karrueche Tran, nombre de travesti si los hay. Después de 1.000 idas y vueltas ella descubrió que él había tenido un affaire con una modelo y que había quedado embarazada. Así que hoy Chris Brown es el flamante padre de Royalty pero sin novia a la vista. El problema es que parece que Chris sigue enamorado de Karrueche y no la deja en paz.
Ella subió una foto en Instagram con Tyson Beckford. Y Chris se murió de celos. Por si no lo tenés, Tyson es modelo y está buenísimo. Actualmente se encuentra trabajando en la versión norteamericana de «el Golden», donde todas las noches deleita a miles de chicas con sus sensuales bailes. Chris y Tyson iniciaron una hermosa pelea twittera como dos adolescentes: Brown posteó que para seguir modelando uno necesita piernas (en clara alusión a que tiene pensado partírselas). Todo bien, pero yo soy team Tyson.