El mal banal

Los hermanos Onetti se abrieron camino en el mundo del cine de terror con representaciones calcadas del giallo, al punto que al verlas y escucharlas parecían salidas de la época en las que se hacían esas películas en Italia. Luego revolvieron las formas del slasher rural en “Los olvidados” y hasta participaron en el film colectivo “A Night of Horror: Nightmare Radio”, lo que podría ser un lanzamiento internacional.

Desde el trailer, “1978” anticipa lo peor: una ficción de terror encolumnada en la porno tortura como mecanismo para espantar en la primera parte, mientras que en la segunda se inscribe en el satanismo más acartonado. Así, fragmentada la historia presenta a un grupo de tareas, liderado por “El Moro” (Mario Alarcón, aquí con un parecido a Jorge Rafael Videla para nada sutil), quien juega al truco en los minutos previos al comienzo de la final de la Copa del Mundo entre Argentina y Holanda, hay una pequeña revelación para cerrar el potente prólogo. Más allá del efectismo, este arranque no puede escabullirse de los lugares comunes para retratar a unos represores, los cuales están molestos por “trabajar” durante el partido que todo el país está viendo en sus casas, menos ellos. Hay otros cuatro detenidos, uno de ellos es el que se quiebra ante las terribles torturas y, a partir de ahí, comienza la segunda parte.

El gran problema de “1978” no es hacer género con la última dictadura cívico militar sino, simplemente, situar tal contexto como si se tratara de un lienzo blanco sin ningún tipo de matiz, ni idea narrativa en el que ponga en juego algo de la especificidad enmarcada en que la historia transcurra la tarde noche del 25 de junio de 1978. No pasan dos minutos que ya vimos algo de esa final en un televisor (por cierto, aquí no se vio el Mundial a colores, como sí lo ven estos represores) o que se haya escuchado parte de un relato de José María Muñoz. En el medio, también aparecen destellos del partido de fútbol, pero solo tiene un sentido de temporalidad interna, da lo mismo que sea en esa noche, en otra del mismo año o, incluso, del mismo periodo del Proceso de Reorganización Nacional (PRN).

En la primera mitad, alrededor de media hora, solo tenemos un compendio de torturas: uso de picanas, implementación del “submarino”, perversiones sexuales y -para darle un corolario- obligar a dos militantes peronistas a cantar “la marcha” mientras cavan una fosa. ¿Podría considerarse que el nivel de explicitud pretende justificar un castigo posterior tan severo con todos estos personajes aberrantes?

En el medio hay represor de carácter ambiguo, es el que inicia los interrogatorios de manera amable y amenaza a los detenidos con el miedo de que hay diferentes niveles de violencia, al mismo tiempo es el que propone algún tipo de cuestionamiento a los métodos estrictamente violentos de “El Moro”, el jefe de este grupo. Este “milico amable”, cuando todo estalla, tiene gestos de nobleza y de acercamiento a estas víctimas retenidas. También es el que media entre dos males, uno histórico que de manera fortuita se cruza con otro satánico. La intercepción es solo fruto de un descuido, bajo el concepto de “alguien en un lugar y en un tiempo equivocados”. El cine de terror sobre temas históricos tiene una efectividad cuando el momento recreado se expande sobre los individuos de ficción, es decir, cuando ese mal tiene una gesta potable de ser incorporado en la(s) historia (s).

“1978” es aceptable en el despliegue de efectos y banal en su puesta en escena, algo que ya puede considerarse como característica propia de estos hermanos directores, quienes son muy hábiles para la recreación detallada, pero para nada novedosos en la manera de entretejer sus premisas. Ni siquiera extrapolando lo temporal puede considerarse la estrategia formal del terror como algo ajeno a lo previsible. Por ejemplo, cuando se espera que un personaje poseído tenga los ojos negros, sí, unos segundos después los tiene. Todo lo que podía salir mal de una película de terror ambientada en un periodo oscuro de la Argentina salió mal.

“1978” estuvo dirigida por Luciano y Nicolás Onetti y contó con las actuaciones de Agustín Pardella, Mario Alarcón, Carlos Portaluppi, Santiago Ríos, Jorge Lorenzo y Paula Silva. Integra la Competencia Latinoamericana del 39° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

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