Donald Trump asumió como nuevo presidente de los Estados Unidos de América. El magnate del Partido Republicano tomó posesión del cargo el pasado lunes 20 de enero en la ceremonia que tuvo lugar en el Capitolio de Washington.
Se trata del mismo lugar donde cuatro años atrás, en una jornada que dejó como saldo pérdida de vidas humanas, una horda trumpista asaltó violentamente el edificio para intentar impedir la certificación de la victoria de Joe Biden en las elecciones de 2020, que hasta el día de hoy Trump sigue sin reconocer (además de conceder, horas después de asumir, un indulto a los casi 1.500 atacantes de aquella jornada, a quienes el mandatario llamó «rehenes»).
La ceremonia se hizo al interior del Capitolio, y no en las escalinatas como suele hacerse, debido al frío polar. Además de los embajadores de los distintos países presentes, fueron invitados algunos pocos mandatarios, como la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni; el primer ministro de Hungría, Viktor Orban; el presidente de El Salvador, Nayib Bukele; y el de Argentina, Javier Milei. En primera fila estuvieron los principales magnates de las corporaciones tecnológicas como Elon Musk, de Tesla y X, que tendrá a su cargo el Departamento de Eficiencia Gubernamental; Sundar Pichai, de Google; Jeff Bezos, de Amazon; y Mark Zuckerberg, de Meta. Como dato de color, Jair Bolsonaro fue invitado pero no pudo asistir por la prohibición de salir del país que pesa sobre sus espaldas, a raíz de la investigación judicial de la que es objeto por su accionar golpista en las elecciones de 2022.
“La era dorada de Estados Unidos comienza ahora”, anunció Trump al iniciar su discurso de asunción, y convertirse en el primer presidente condenado de la historia de su país. “Comenzaremos la completa restauración de Estados Unidos y la revolución del sentido común. Solo se trata del sentido común”, dijo y anunció a continuación su primera medida al frente de la Casa Blanca: la emergencia nacional en la frontera sur con México. Todas las entradas ilegales serán inmediatamente retenidas, «y comenzaremos con el proceso de devolver a millones y millones de aliens criminales al lugar de donde vinieron” (pequeño ejercicio periodístico que hice, porque también me chocó el término: “aliens” en inglés significa extraterrestre o extranjero, es un término polisémico).
Una de las consecuencias inmediatas de este anuncio fue que el nuevo gobierno de Trump fue el comienzo de la política de deportaciones masivas, con el envío de refuerzos de tropas hacia la frontera sur. Además, dio de baja la aplicación CBP One, creada en la administración de Biden con el objetivo de otorgar turnos de citación para regularizar la migración hacia Estados Unidos, y restableció una política de su primer mandato, llamada «Stay in Mexico» («Quédate en México»), para que las personas que entraran irregularmente al país o sin la documentación adecuada y pidieran asilo fuesen enviadas a México para aguardar allí la resolución de sus trámites migratorios. Tuvo gran repercusión la respuesta de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, que lanzó la política “México te abraza”, para garantizar que los migrantes mexicanos en Estados Unidos que regresen al país puedan acceder al sistema de seguridad social, a un empleo y/o a un subsidio económico en caso de arribar al país sin recursos para sustentarse.
Poco después, Trump ordenó acabar con la llamada “ciudadanía por nacimiento”, para impedir la emisión de pasaportes, certificados de nacimiento u otros documentos a los niños cuya madre está en el país de forma ilegal o temporal, y cuyo padre no es un ciudadano estadounidense. Sin embargo, fiscales generales de 22 Estados demandaron al Gobierno por esta orden ejecutiva, y luego un juez federal de Seattle suspendió temporalmente la orden ejecutiva firmada por el mandatario republicano, frenando al menos momentáneamente la restricción al derecho a la ciudadanía por nacimiento en Estados Unidos.
Otro de los anuncios destacados del nuevo mandatario estadounidense fue de carácter económico: “Ordenaré a todos los miembros de mi Gabinete que reúnan los vastos poderes a su disposición para derrotar lo que fue una inflación récord y reducir rápidamente los costos y precios”, aseguró. “La crisis inflacionaria fue causada por un gasto excesivo de forma masiva y por la escalada de los precios de la energía. Es por eso que hoy también declararé la emergencia energética nacional. Vamos a perforar, nena, perforar”.
De aquí se desprende, por un lado, el desprecio absoluto (ya conocido en Trump) por la agenda medioambiental, en línea con la segunda retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París, una de las decisiones que causó revuelo al igual que la salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por otro lado, las implicancias económicas internacionales que puede provocar, por ejemplo, para un país como la Argentina, cuya fuente de divisas proveniente de la gigantesca reserva de Vaca Muerta puede verse seriamente afectada, en caso de que la hiperproducción petrolera que planea Trump haga que bajen los precios internacionales.
No podía faltar la arremetida del magnate ultraderechista contra los derechos de la diversidad. “Esta semana también terminaré con la política gubernamental de intentar incorporar socialmente la raza y el género en todos los aspectos de la vida pública y privada”, dijo y habló de “una sociedad a la que no le interesen los colores y basada en el matrimonio». “A partir de hoy en adelante será la política oficial del gobierno de Estados Unidos que solo existan dos géneros, masculino y femenino”, aseguró Trump. Inmediatamente, el nuevo Gobierno prosiguió a liquidar las políticas denominadas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) y a todo el personal a su cargo. En este contexto resonaron en forma estruendosa las palabras de la obispa de Washington, Mariann Budde, en el Servicio Nacional de Oración que tuvo lugar en la mañana del martes, con la presencia del mandatario. “En nombre de nuestro señor, le pido que tenga misericordia con la gente de nuestro país que tiene miedo. Hay niños gays, lesbianas y transgéneros en familias demócratas, republicanas e independientes. Algunos temen por sus vidas”, le dijo en la cara a un Trump visiblemente incómodo y disgustado. Como no podía ser de otra manera, el Presidente respondió atacándola en forma agresiva vía redes sociales, pero Budde no se amilanó. En una posterior entrevista con el canal ABC, dijo que en su sermón planteó “una verdad que necesitaba ser dicha”, y ante las acusaciones de haber politizado su alocución se preguntó: “¿Cómo no se va a politizar? Estamos en un clima híper político”.
Después de Trump, sin dudas los focos estuvieron puestos en Elon Musk, el empresario más rico del planeta que a partir del 20 de enero es funcionario: tiene a su cargo el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por su sigla en inglés). “Esta no ha sido una victoria ordinaria, ha sido un hito en el camino de la civilización humana”, dijo Musk en su discurso. “Hay elecciones que van y vienen, hay algunas importantes y algunas no, pero esta realmente importó. Y solo quiero decirles gracias por hacerlo posible, gracias. Mi corazón se los envío a ustedes”. Al pronunciar esta última frase, hizo un doble gesto hacia el público que fue ampliamente repudiado por su similitud con el saludo nazi. Ríos de tinta se escribieron al respecto. Si fue o si no fue un saludo nazi fue una de las discusiones de la semana. No obstante, más allá de esa escena puntual, es fundamental comprender que Musk está apoyando abiertamente al partido neonazi de Alemania, Alternativa para Alemania (AfD, por su sigla en alemán), que el mes próximo intentará dar el batacazo en las elecciones del país europeo. Digámoslo otra vez: Musk apoya al partido neonazi que busca llegar al poder en el principal país de la Unión Europea. Y ahí sí que no hay dudas, ni del carácter neonazi del partido en cuestión (ejemplos hay de sobra), ni del apoyo de Musk a su candidata, Alice Weidel.
La primera presentación de Trump en la «arena internacional» fue su participación el jueves en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza. Allí, anunció «el mayor recorte de impuestos en la historia de Estados Unidos» para atraer la producción de empresas al país, y afirmó que aquellas que produzcan fuera de Estados Unidos se enfrentarán a aranceles. También pidió a los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que eleven el gasto en Defensa hasta el 5% del Producto Bruto Interno (PBI) -una meta únicamente alcanzable a través de brutales recortes presupuestarios en áreas como salud, educación o jubilaciones, lo que equivaldría a liquidar definitivamente cualquier resto del llamado Estado de Bienestar en Europa-. Son dos posicionamientos que hablan a las claras de la nueva etapa geopolítica que acaba de comenzar, y que absolutamente nadie sabe con claridad qué futuro deparará. La única certeza, justamente, es la incertidumbre.