España fue mucho para Argentina

España venció con oficio a Argentina y es el nuevo campeón del mundo. Argentina no pudo reiterar lo hecho a lo largo del torneo y quedó lejos de poder competirle a España, que fue el indiscutible vencedor: 95-75 con Ricky Rubio como figura y MVP.

El coach de España, Sergio Scariolo, diseñó su cuadro defensivo para suprimir a la mayor arma ofensiva argentina (Luis Scola) con Pierre Oriola, pívot del Barcelona, de entrada y conceder el tiro externo a los perimetrales albicelestes. Facundo Campazzo comenzó caótico y errático, y el que apareció para detener el fatal parcial 2-12 del inicio fue Nicolás Brussino, con dos triples seguidos. Parecía que Argentina se acoplaba tras colocarse 13-14, encontrando cierta puntería.

Los españoles limitaron a Marcos Delía, ajustaron el juego de poste bajo de Gabriel Deck, mantuvieron a Scola bajo control y el único que desequilibró por pasajes era Nicolás Laprovittola con algunas individualidades o algún contraataque por desbalance defensivo. Pero estaba claro que Argentina no estaba jugando con su dinámica de juego, no podía desplegarla desde el inicio como sucedió con Serbia y Francia, y eso se notaba en algunos nerviosismos de los jugadores, especialmente en Campazzo. Ningún rival se le había plantado e impuesto su defensiva. Arrancar con un revés de este tipo era una situación nueva e incómoda para Argentina, que no tuvo la respuesta. Los europeos metieron un parcial de 17-1 y sacaron una brecha de 17 puntos.

La cabeza empezaba a pesar y los jugadores españoles, habituados a escenarios de este tipo de presión, chapearon con la historia y la experiencia. Los madrileños Rudy Fernández y Sergio Lull, de basto rodaje, generaron problemas con sus variantes ofensivas y sus artimañas, poniendo nerviosos a los argentinos. La verticalidad en ataque de España fue un problema que «El Alma» no pudo resolver en todo el partido. A diferencia de los partidos anteriores, era ahora Argentina la que no podía imponer su juego y España la sacaba de quicio. Las cosas se fueron al entretiempo con un decoroso 31-43.

Ya en la segunda mitad, cuando a Argentina se le siguió haciendo cuesta arriba el juego y evidenciaba indicios de agobio, apareció en ataque -hasta ese momento contenido- Marc Gasol. El pívot de los Toronto Raptors vislumbró con su calidad y envergadura para dominar la pintura ante Delía, que se mostró endeble al arsenal del catalán. El reloj corría y Argentina se desesperaba tomando tiros rápidos para recortar la diferencia que se hacía insalvable. En contraposición, España aprovechaba la desorganización del pasaje para extender la ventaja. La distancia llegó a ser de 22 (33-55) al final del tercer cuarto.

Una falta ingenua e impotente de Campazzo en el inicio del periodo final ante Ricky Rubio sintetizó la clara imagen de que el armador no encontró su ritmo en ningún momento del partido. Los primeros puntos de campo de Scola fueron a los 6’24» del último cuarto. La principal vía de gol argentina del torneo no había anotado hasta ese momento del juego y solo se había limitado a tomar 3 lanzamientos de cancha: síntoma axiomático de lo que fue la jornada para el pívot. Mérito completo del rival y de Oriola para que el capitán argentino no fuera un factor determinante del juego. A 4’29» del final, y con una brecha de 14 puntos, Sergio Hernández pedía a sus jugadores posesiones de 17 segundos pero «sin hacer locuras», para intentar una remontada histórica que nunca existió. El dominio de España fue tan claro que no dejó lugar para la sorpresa. España ganó 95-75 y es el nuevo campeón del mundo.

Mantener el proyecto

Argentina fue una sombra de la que sucumbió a Serbia en cuartos y a Francia en semis. No pudo imponer su ritmo, los tiros no entraron, la efectividad no acompañó, la defensa colectiva no engranó y estuvo dispersa, con baches y rotaciones tardías, marcas que se escapaban, espacios abiertos y la lucha rebotera la perdió ampliamente. Los jugadores que aparecieron previamente esta vez no dijeron presente. Venir de dos partidos que rozaron la perfección táctica y donde se controló de principio a fin, ponderaron en lo mental. Las rotaciones defensivas de España estuvieron afiladísimas, adelantándose siempre a las primeras líneas de pase. Los europeos anularon la confianza de su rival desde el primer minuto y con eso le despojó su principal ofensiva.

El resultado final ante una potencia como España no debe deformar la conducta, presencia e impresión que Argentina tuvo en el trayecto del torneo. No se debe diluir el juego de enorme vuelo que desplegó este grupo de jóvenes. Fue realmente de un nivel superlativo lo demostrado en China. Emergió una camada que llegó con un objetivo inicial de meterse en los Juegos Olímpicos y terminó jugando el partido final.

España fue de menor a mayor en este certamen. A lo largo del recorrido no había demostrado el nivel de este domingo. Con partidos que se le dificultaron con selecciones de menor rango y ante una casi eliminación contra Australia, exhibió toda su jerarquía en la final y encontró en Scariolo la respuesta táctica que otros equipos no tuvieron ante argentina.