Freddie y la experiencia sensorial

Los espectadores llenan la oscuridad de la sala del Teatro Ciego y escuchan su disco favorito. La voz del cantante hace vibrar el piso y ellos disfrutan del show.

La sirena de una ambulancia se escucha pasar a toda velocidad por las calles del barrio Abasto. Sin embargo, los 15 espectadores que esperan para ingresar a la sala de Sonido 360 en el Centro Argentino de Teatro Ciego (Zelaya 3006) lucen impasibles a la vorágine. En unos minutos estarán sentados en sus butacas bajo absoluta oscuridad para escuchar una versión masterizada de «Los Grandes éxitos de Queen (volumen 1)» durante una hora.

«Pensar en que no voy a ver ni una gota de luz me pone la piel de gallina», dice Camila de la Puente (29), con una risa nerviosa que se le escapa. La antesala ya está a oscuras pero el tatuaje de Freddie Mercury -el cantante de la banda musical- se deja entrever en el brazo de Daiana Vaquero (26). Es la décima vez que viene a la función: «Ya vi ‘Bohemian Rhapsody’ en el cine –película biógrafica sobre el músico- y los escucho a diario, pero no hay experiencia que se compare con la de estar a oscuras y que todos los sentidos se enfoquen en el momento de la escucha. Parece que Freddie estuviese cantándome al oído».

«Potenciar la experiencia»

«Sonido 360» es un ciclo organizado por el Laboratorio de Experimentación Sonora del Teatro Ciego que ofrece versiones mezcladas de discos de grandes artistas en una sala acustizada para vivir una experiencia sensorial a través del sonido inmersivo 3D. «Se trata de un sistema de sonido envolvente con 8 canales de salida distribuidos en el espacio, lo que permite reconocer los distintos instrumentos y fuentes sonoras. A su vez, la oscuridad hace que se agudicen los sentidos y eso potencia la experiencia», dice Martín Bandone, director de la institución.

Una ola de adrenalina se siente en el aire. Jessica Mautino (26) está de visita en Buenos Aires y le recomendaron vivir la experiencia. Florencia Bonizzoni (27) suele tomarse un día a la semana para desafiar al vertiginoso ritmo de vida urbano. Desde hace tres años que acude regularmente a obras de teatro inmersivo y funciones de música en la oscuridad.

«Silencien sus celulares. A la oscuridad no hay que temerle, sino tenerle respeto», dice el asistente, mientras invita al público a colgarse de sus hombros para entrar a la sala y comenzar el viaje. «Acá doblamos a la derecha. No se suelten. Si alguien se quiere ir me dice y lo saco afuera», explica y va sentando a cada uno en sus respectivos lugares.

Los espectadores ya están sumergidos en la negrura total de la sala. Se escuchan risas. Algunos girarán la cabeza en la búsqueda de una mirada cómplice. Otros sentirán el contacto del brazo del espectador vecino que querrá asegurarse que siguen ahí. Hasta alguno amagará con levantarse de la butaca pero el silencio llena la sala y nadie querrá romperlo, contarán después.

Dejar volar la imaginación

Chasquidos resuenan en las nucas. «It’s a kind of Magic» se oye por el oído derecho. Una vez más, se escucha desde el oído izquierdo. Una voz angelical suena en el techo: «One dream, one soul, one prize, one goal», es Freddie Mercury que invita a cada uno a dejar volar su imaginación.

La piel se les eriza a todos con «Bicycle Race». El efecto sonoro envolvente de los coros hará que algunos giren sus cabezas boquiabiertos intentando seguir a una bicicleta imaginaria que recorre el espacio. Los timbres campanilla se disponen a jugar al ping pong. El sonido electrizante de los rasgueos se escucha tan nítido que da la sensación que Bryan May estuviese arrancándole vida a las cuerdas a espaldas de los espectadores.

Llega el momento más esperado de la noche: el increscendo de las voces al ritmo del piano. El «tun tun» de los palillos de batería que resuena de la cabeza a los pies. La irrupción de Mercury con su desgarrador «Somebody to Love» y la ovación del público que aplaude desde todos los parlantes, transporta a los presentes al emocionante Festival de Rock in Rio (1985).

Cuando el show finaliza, los espectadores comparten su experiencia. «Hace tiempo que no me daba un momento de goce para vivir la música en su máxima expresión», dice Henry Senchuran (32) sin poder levantarse de la butaca.

Experiencias varias

«La experiencia de música en la oscuridad comenzó en 2015 a partir de la iniciativa de Hugo Zuccarelli, quien inventó un sistema de grabación y reproducción de sonido conocido como la holofonía. A través de los avances tecnológicos logramos implementar nuevos formatos con la tecnología surround que permite separar sonidos de forma digital», expresa Nicolás Álvares, técnico en sonido del teatro.

El ciclo funciona todos los días de la semana y tiene un costo de $200 por persona. Según Bertoni, los discos de Pink Floyd y Queen son los más aclamados por el público pero la programación del mes incluye una variada oferta que va desde Soda Stereo, The Beatles, entre otros artistas.

Bertoni agrega que la cultura de lo sensorial es una tendencia a nivel mundial. En teatro ciego también cuentan con shows de magia en la oscuridad, música gourmet, entre otros. A su vez, el Centro Cultural Konex, la Fundación Mercedes Sosa y el Auditorio Kraft también llevan adelante propuestas de música a oscuras y de teatro inmersivo.

Otros lugares a oscuras

Centro Cultural Konex (Sarmiento 3131). A través del ciclo «Música en la oscuridad» el público podrá elegir entre una variada gama de discos como lo mejor de Pink Floyd, Queen, The Beatles y Soda Stereo, entre otros artistas. Las entradas anticipadas cuestan $180 y $220 en la puerta.

Auditorio Kraft. En la sede del teatro (Florida 681) se ofrece el ciclo de «Música en total oscuridad» con parlantes holofónicos, que tiene lugar lunes, miércoles y viernes. Las entradas anticipadas tienen un costo de $200 y de $250 en la puerta.

Fundación Mercedes Sosa. En la sede (Humberto Primo 378) se ofrece el ciclo «Blind Sound Experience» que tiene lugar todos los días de la semana con un costo de $150 por persona.