Herida que no cierra

La explosión en el puerto de Beirut no fue una obra cinematográfica, sin embargo, podría en un futuro no muy lejano ser parte de una serie o alguna película en homenaje a semejante desastre.

La explosión en la capital libanesa está considerada como una de las más grandes de la historia, detrás de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki que, justamente, tienen fechas cercanas a esta nueva tragedia de la humanidad. El Siglo 21 va a recordar este suceso como un hecho lamentable de por vida y que podría haber sido muchísimo más grave de lo que terminó, una tragedia humana.

El 4 de agosto de 2020 a las 18:07 horas se producía en el centro del corazón de Beirut una mega explosión que terminaría destruyendo parte de la capital libanesa. Un día de verano normal en el Líbano terminó transformándose en una de las peores catástrofes no naturales de la historia. Según especialistas sísmicos, la explosión del puerto fue similar a un movimiento de 3 a 4 puntos en la escala Richter, que sacudió la capital hasta unos 12 kilómetros a la redonda.

El cargamento de nitrato de amonio que voló en el puerto dejó un saldo de más de 200 muertos, muchos desaparecidos, más de 6.500 heridos, 300 mil personas sin hogar y 0 responsables por esta tragedia.

Asimismo, el Líbano atraviesa una de sus peores etapas de crisis, política, económica y social, lo que genera incertidumbre hacia el futuro y una desesperanza en su pueblo que, día a día, lucha para sobrevivir en un país con desgracia. Más de 10 horas de espera en filas a las estaciones de servicio para llenar un tanque de gasolina son algunas de las tantas imágenes que este verano hizo compararlo con Venezuela.

No se determinó aún ningún responsable, producto de la negligencia y el desastre que produjo la bomba, pero sí «sacó a la luz» los problemas de una crisis que llevó al Líbano a una catástrofe social, económica y dramática en estos años a los que, además, hay que sumarle la pandemia. La población se movilizó para pedir justicia a lo que todavía es suelo arrasado en el puerto, con varias estatuas de artistas que dejaron su marca en aquella zona.

Los manifestantes se concentraron en el puerto y pidieron justicia junto a los familiares de los fallecidos y luego se dirigieron al parlamento libanés, que culminó con enfrentamientos entre ciudadanos y la policía. Un grupo de líderes religiosos ofició una oración por las víctimas y se estima que alrededor de un millón de personas se acercaron al lugar donde tuvo lugar el acto.

Por su parte, Amnistía Internacional acusó al gobierno libanés de entorpecer la investigación y de encubrir a autoridades sospechadas de ser parte de esta negligencia que causó la muerte de más de 200 personas y la voladura del cargamento en el puerto. Según medios oficiales, este llevaba años en un galpón junto a toneladas de trigo y fuegos artificiales, lo que luego habría sido un coctel peligroso para sumar a la explosión.

Según agencias de noticias internacionales y locales, hicieron hincapié en que hasta el Presidente libanés había obtenido información meses antes sobre el cargamento y que no hizo demasiado para cambiar el rumbo de los manejos del puerto que también señalan a Hezbollah como otro actor clave en los movimientos internos del lugar.

Para medios locales, Hezbollah admitió que ese material tenia destino hacia Siria, donde todavía sigue en crisis por la guerra que tiene lugar desde el 2011. Hezbollah también es observado desde muy cerca en esta situación y que lo pone en la mira como participante de este terrible hecho.

En la última semana se realizó una conferencia organizada por Francia y un sector de la comunidad internacional para tratar de recaudar dinero para invertir en el Líbano, que está destruida económicamente. Por su parte, Francia (de la mano de Emmanuel Macron, quien encabezó el pedido de ayuda al Líbano) donó 100 millones de euros, como también Alemania hizo su aporte y los Estados Unidos con un monto de 100 millones de euros. Otros países se sumaron a donar dinero, pero también dejaron una dura advertencia a sus autoridades: la única manera de que el Líbano salga adelante es que sus autoridades lleven una política formal y duradera en el tiempo, ajustando la ofensiva contra la corrupción y tomando medidas reales.

«La Suiza de Medio Oriente» llegó a llamarse en el Siglo XX, una nación democrática, una nación ejemplar en la región. Hoy ese ejemplo solo quedó en el pueblo, que buscan la prosperidad para sus futuras generaciones, una casta política con mirada en la antigüedad que hasta el momento le da la espalda. Necesitarán más que simples medidas y discursos esperanzadores. El Líbano, una pequeña nación que supo y sabe dar grandes ejemplos para la humanidad, hoy necesita de cada uno de sus hijos en el mundo para renacer como el ave Fénix.