Vuelve el mundo de «Mad Max» y, por primera vez, se presenta un relato hacía atrás dentro la cronología de estas historias sobre una sociedad reacondicionada tras un apocalipsis provocado por la lucha de los recursos naturales.
En “Mad Max: Furia en el camino” (2015), el personaje que tomaba por asalto la película era el de Furiosa, un importante engranaje dentro del funcionamiento feudal liderado por Immortan Joe, como una fuerza de choque e inteligencia. Tan poderosa fue su aparición que George Miller decidió contar su historia iniciática y dejar, por el momento, en suspenso el derrotero de Max Rockatansky.
“Furiosa: De la saga Mad Max” es una historia de venganza pero, tratándose de Miller, las capas debajo de esa superficialidad se tejen para generar una progresión narrativa. Como correlato del objetivo de Furiosa también se ubica el del origen de ese mundo, ya dado por hecho en la película anterior, donde los tres pueblos se nutren entre sí para mantener sobre rieles un funcionamiento frágil de un status quo. La Ciudadela, liderada por Immortan Joe, es el reino principal donde se produce la comida, como así también la mano de obra guerrera con los “war boys”. Furiosa, desde su secuestro, aprende el idioma de la violencia, primero con un grupo de marginales motoqueros bajo el mando de Dementus (un gran Chris Hemsworth), un villano tonto y peligroso en partes iguales. Tras una oportunidad para hacerse de Gas Town (el pueblo naftero y fundamental para la vida de La Ciudadela), la niña Furiosa pasa como moneda de cambio a las filas de Immortan Joe. En su perfil, ella posee una cualidad fundamental: la capacidad de adaptación para camuflarse en cualquier ambiente y, al mismo tiempo, absorber todos los recursos a su disposición para cimentar su ira vengativa.
Miller es un artesano del cine de acción, uno de los pocos en la resistencia compositiva de la imagen, en la cual importa más una acción dentro del cuadro que la artificialidad velada de un montaje frenético. Así aparece una nota de autor ya visto en «Mad Max 2», cuando Furiosa observa a lo lejos un asalto de los forajidos de Dementus sobre un camión cisterna, el punto de vista está enmarcado en un gran plano general fijo sin la necesidad de cortar sobre el eje o forzar un movimiento de cámara para simular un efecto de acción.
El director de toda la saga entiende que el cine es, además, el registro de la proeza humana frente a una representación de situaciones, peripecias y momentos de acción física. Para tal fin es necesario poner de manifiesto que, gran parte de todo aquello que compone la imagen, tenga una correlación de tangibilidad para la interacción y prosperidad del encadenamiento de los planos, en oposición a la era de la hiperdigitalización, sobredimensionada como consecuencia de un abaratamiento y mayor celeridad de las producciones.
En este nuevo séquito de hombres marginales y parias (aquí denominados por ellos mismos como “escorias”) del Wasteland, existe una conexión con los motoqueros de las películas de los 60, libres y desconectados de la sociedad. También hay un dejo espiritual de “Yojimbo” de Akira Kurosawa en el concepto de un personaje (aquí lo es Furiosa) que juega para ambos bandos, con la idea de una destrucción mutua entre las propias partes. Furiosa, como personaje, es una especie de Ronin, pero en su esperanza por regresar a su vida idílica infantil reside su maldición. En el medio hay un rasgo de humanidad en su personaje por un enamoramiento con Pretorian Jack, quizás el único hombre dispuesto a protegerla.
Si esta nueva entrega de la saga «Mad Max» no es el mejor ejemplo del deber ser para una película de acción mainstream, es porque existe “Mad Max: Furia en el camino”. Tras una década, George Miller renueva el dejo de calidad ubicado en una cima. Todavía no hay un heredero que la pueda alcanzar.
“Furiosa: De la saga Mad Max” de George Miller cuenta con las actuaciones de Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke, Alyla Browne, Lachy Hulme y Josh Helman.