El 17 de mayo se conmemoró el Día Mundial de la Hipertensión, una fecha clave para reflexionar sobre una afección que preocupa a los profesionales de diversas áreas de la salud, especialmente cardiólogos, y que tiene un impacto silencioso pero constante en la salud de los argentinos.
La hipertensión arterial se define como un aumento sostenido de la presión arterial a valores iguales o mayores a 140/90 mmHg. Aunque generalmente es asintomática, pueden presentarse síntomas como cefaleas, sangrado nasal o mareos, pero estos suelen ser consecuencias más que causas directas de la presión alta. Además, la hipertensión está asociada a graves afecciones como el infarto de miocardio, la insuficiencia cardíaca y el accidente cerebrovascular, siendo un factor de riesgo significativo.
Según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR), cerca de un tercio de la población adulta en Argentina es hipertensa. Sin embargo, estudios como RENATA y PURE sugieren que esta cifra podría ser aún mayor, alcanzando casi el 50% cuando se incluyen mediciones directas de la presión arterial.
Por su parte, el doctor Pablo D. Rodríguez, jefe de la Clínica de Hipertensión Arterial del ICBA, alerta que «casi la mitad de los hipertensos desconocen su condición, y solo uno de cada cuatro tiene su presión arterial adecuadamente controlada. Esta situación constituye un grave problema de salud pública debido a la fuerte vinculación de la hipertensión con el desarrollo de otras enfermedades».
Factores de riesgo
El sedentarismo, el consumo de tabaco y alcohol, así como una alimentación poco saludable con un exceso de sodio, son factores determinantes que contribuyen al aumento de casos de hipertensión arterial. Estos hábitos también incrementan los casos de sobrepeso y obesidad.
Causas, tratamiento y recomendaciones
Las causas de la hipertensión son mayormente desconocidas, clasificándose en hipertensión esencial o primaria, que abarca el 90% de los casos y tiene un fuerte componente genético. El restante 10% corresponde a hipertensión secundaria, causada por otras enfermedades, principalmente de origen renal o endocrino.
El tratamiento de la hipertensión arterial se basa en dos pilares fundamentales: cambios en el estilo de vida y tratamiento farmacológico.
Es fundamental reducir el consumo de sal limitando los alimentos con exceso en sodio como fiambres, embutidos, aderezos y ultraprocesados prestando especial atención al octógono de “exceso en sodio” del envase de los productos al realizar las compras. Además, se sugiere aumentar el consumo de frutas, verduras y cereales integrales, realizar actividad física de forma regular trabajando la fuerza y la resistencia, mantener un peso corporal saludable y limitar el consumo de alcohol y tabaco.
Por su parte, los fármacos antihipertensivos son efectivos y seguros. La mayoría de los pacientes suele necesitar más de uno para controlar su presión arterial.
Para prevenir la hipertensión, se recomienda controlar la presión arterial al menos una vez al año a partir de los 16 años, y con mayor frecuencia si hay antecedentes familiares. Los equipos automáticos validados son preferibles para medir la presión, ya que son más precisos y reducen los errores.
Desafíos en el tratamiento
La adherencia al tratamiento es uno de los mayores desafíos. Solo la mitad de los pacientes sigue su tratamiento después de un año. Las razones varían desde el costo de la medicación hasta los efectos adversos y el simple olvido. La combinación de varios fármacos en un solo comprimido demostró mejorar significativamente la adherencia.
La relación entre el profesional de la salud y el paciente también juega un papel crucial en la adherencia al tratamiento. Una comunicación efectiva y una educación adecuada sobre la enfermedad y sus tratamientos pueden mejorar notablemente los resultados.
El Día Mundial de la Hipertensión nos recuerda la importancia de detectar y tratar adecuadamente esta afección tan prevalente en la población argentina como silenciosa y peligrosa para la salud del corazón. Con cambios en el estilo de vida y una adherencia rigurosa al tratamiento, es posible controlar la hipertensión y prevenir sus graves consecuencias. La educación y una comunicación efectiva entre profesionales de la salud -médicos y nutricionistas- y pacientes son esenciales para enfrentar este desafío de salud pública.