Las vicisitudes del tío Woody

Llegar a los 88 años y a su película número 50 importa todo un desafío. El nonagenario público de sus inicios probablemente haya desaparecido o, tal vez, las nuevas generaciones que suponen que el cine nació con ellas hayan perdido la mejor parte de la obra de Woody Allen, la más creativa, la más irreverente, la más provocadora.

El opus que nos convoca es «Golpe de Suerte» («Coup de Chance»), rodada en Francia, con cast totalmente galo y una traslación que le sienta bien a sus intenciones, a punto tal que, por momentos, se advierte un toque «rohmeriano» en las situaciones que plantea.

Lamentablemente, el cine de este maestro ya no es lo que era, y sus propuestas terminan pareciéndose muchas unas a otras si se repasa su filmografía. Las obsesiones de este realizador se repiten inexorablemente y aquí se huele un mix de «Crímenes y Pecados» aderezado con «Match Point».

El elenco, como siempre, constituye el punto más alto de su cine, y aquí destacan Melvin Poupard (habitual colaborador de los filmes de Francois Ozon) como el marido celoso y posesivo que sospecha de su mujer y Valerie Lemmercier, como la suegra de este que indaga qué hay detrás del pasado de este hombre rico y poderoso.

Con el correr de los años, Woody perdió ese humor zumbón tan característico de sus películas, con el que envolvía cada planteo que plasmaba en la pantalla grande. En lugar de ello, quedó una tibia comedia amable, con luminosos tonos pastel (notable la fotografía de Vittorio Storaro, como siempre) y la añoranza del cine que ya fue.