Desde el jueves pasado se advierte el estreno de «Gladiador II», dirigida por Ridley Scott, el mismo de la primera parte (quien continúa activo a sus 87 años) a casi un cuarto de siglo de su estreno original.
El transcurso del tiempo constituye una verdadera explicación sobre por qué existió la necesidad de filmar una secuela de una película que no aporta nada nuevo en su trama y se limita a ser una repetición calcada de los mismos tópicos e intrigas palaciegas, con cambios de personajes y, en algunos casos, de actores: el público joven no habrá visto la original que, dicho sea de paso, se encuentra disponible en la plataforma Amazon Prime Video.
Si bien el puntapié inicial está dado por la captura de un gladiador que busca venganza por el asesinato de su mujer a mano del ejército romano en la provincia africana de Numidia, una vez instalado como prisionero en Roma se devela la misma historia filmada en el año 2000 con el agravante que los recursos digitales, lejos de mejorar esta oferta, la empequeñecen con sabor a fake.
Lo mejor de esta segunda parte son sus actores. Paul Mescal, su protagonista, quien luego de «Aftersun» demostró que ya está para jugar en las «ligas mayores», en roles preponderantes de grandes blockbusters, y Denzel Washington, quien descolla en un nuevo desafío interpretativo.
La aparición del actor británico Derek Jacobi no alcanza a entenderse dada su esporádica y escasa participación (¿caprichos del guion o isla de edición?), en tanto que Connie Nielsen intenta estar como hace 25 años, cirugías mediante, a las que habría que otorgarle un galardón por semejante desafío.
Lo demás, música, enfrentamientos, intrigas, traiciones y circo romano aggiornadas son meras copias de un original mucho más sólido y genuino.