«Misión Imposible»: cuando más, es más

Este jueves 13 de julio llegó a las salas de cine «Misión Imposible: sentencia mortal». Se trata de la primera parte de la séptima entrega de la serie de películas que comenzó en el año 1996 con una dirigida por Brian De Palma.

En esta ocasión encontramos por tercera vez en la dirección a Cristopher McQuarrie y nuevamente a Ethan Hunt (Tom Cruise) como el protagonista de algo así como «la madre de todas las misiones», ya que la trama demanda mucho tiempo de desarrollo, engloba a todas las películas de la saga y propone un antagonista de dimensiones épicas.

Una Inteligencia Artificial (IA), sobre la que no se tiene mucha información, toma conciencia propia y comienza a manipular la información de distintos sistemas alrededor del mundo: nadie sabe qué es verdad y qué no lo es. Esta poderosa premisa de «quien domine la IA, domina la verdad», impulsa a las grandes potencias del mundo a una lucha por encontrar las dos mitades de una llave que se ensambla y se supone que permite acceder y controlar a «La Entidad», como la llaman los personajes.

En el medio de todas las intenciones malignas del mundo entero, Ethan es quien emprende una cruzada por destruir esta IA y salvar, de esta manera, a la humanidad. Sí, a la humanidad entera. Para esto reúne a su equipo que, además, son sus mejores amigos: Luther Stickell (Ving Rhames), Benji Dunn (Simon Pegg) e Ilsa Faust (Rebecca Ferguson).

A este cast se suma Grace (Hayley Atwell), una ladrona que logró hacerse de una mitad de la llave, pero desconoce el enorme peligro en el que se metió. La pregunta es quién la contrató y qué va a hacer ella con todo lo que está por venir.

La aventura atraviesa todos los lugares que ya conocemos por las seis películas anteriores y por todo lo que el género de acción nos enseñó que son sus recurrencias: traiciones, máscaras, explosiones, trenes, caída libre, persecuciones en vehículos y un montón de etcéteras. La gracia de «Misión Imposible: sentencia mortal» es que multiplica el impacto de estos aspectos hasta transformar el desarrollo en una serie de excesos que parece que todo el tiempo buscan ser un poco más extremos, un poco más imposibles, un poco más espectaculares, siempre un poco más.

La sustancia de esta lógica es la del entretenimiento puro con muchísima calidad en su producción, lejos muy lejos del derroche de CGI y los guiones refritados que abundan en las carteleras.