Un año después de la tan lograda «Longlegs», que contara con una soberbia actuación de Nicolas Cage, Osgood Perkins, el hijo del otrora famoso Anthony Perkins, vuelve con la adaptación de un cuento corto de Stephen King, demasiado corto para mi gusto: «El Mono». La brevedad de la historia que se cuenta se agota tan rápido que el metraje se resiente sin muchas nuevas ideas que dinamicen el relato.
Si bien el género elegido es el humor negro asociado a un gore extremo, el concepto de referencia fue ya tan utilizado («Megan»; «Chucky», «Annabelle») que el interés decae casi de inmediato, salvo, desde ya, para esa legión de amantes del género, que adoran hasta el paroxismo cualquier escena por más repetitiva y poco original que sea.
Las participaciones de Adam Scott («Severance») tanto como de Elijah Wood («El Señor de los Anillos»), lejos de prestigiar la propuesta, aparecen como deslucidas y demasiado breves. Seguramente Perkins apunte a un público más joven y virgen de “historias ya contadas”, queriendo tal vez constituirse en un nuevo eje de referencia en lo que a películas del género se refiere. Pero esta presunción choca de lleno con la creatividad puesta de manifiesto en su film anterior, que si bien tuvo algunos traspiés, su convincente narrativa y suspenso terrorífico lo colocó en una promesa de ofrecer productos mejores y más sólidos, los que tal vez estén por venir en algún futuro próximo.
Las muertes accidentales chocan tal vez con un concepto de brevedad extrema, que en filmes como el que nos ocupa, constituyen el eje visual y temático por excelencia de la experiencia.