Tanto prestigio te va a matar

Beckett (2021)

El género (una etiqueta que implica muchas acepciones) tiene en su capa más superficial un orden cinematográfico, desde el punto de vista de la producción artística hasta la última instancia de una película como lo es la distribución.

Una pregunta posible es: ¿cómo es qué todavía una película con una fórmula de la que vimos un montón de ejemplares nos convoca? Hay más de una respuesta, aunque un esbozo general podría ser que buscamos algún tipo de comodidad, que cuando es excesiva nos molesta.

De otra forma, todas las películas circunscriptas en un género serían interesantes. Si hacemos un zoom hacia el thriller, allí tenemos un espectro amplio porque se nos abre una serie de particularidades, no solo porque los hay de muchos tipos sino que, además, desde la enunciación se pueden tamizar temas importantes. El gran problema es cuando los autores (peor aún, los autodenominados autores) creen que están por encima de las teorías, la historia del lenguaje cinematográfico y de las propias obras anteriores. Luca Guadagnino es uno de estos directores nuevos, al que la crítica hace un esfuerzo encomiable por revestirlo de prestigio y blindarlo cuando hace la tarea de «cancelar».

“Beckett” no es de Guadagnino, es de su compatriota Ferdinando Cito Filomarino. El director de “Llamame por tu nombre” produce y en los cabezas de equipo técnico están muchos de sus nombres recurrentes: el director de Fotografía malayo Sayombhu Mukdeeprom y el editor Walter Fasano, entre otros. Si se revisa la filmografía de cada uno, se puede observar que el thriller no es el género que más los define, de hecho, el género como posibilidad de estructuración narrativa tampoco.

La trama es simple: un turista estadounidense sufre un accidente en el medio de la ruta durante un viaje por el interior de Grecia y el saldo es fatal porque su novia muere en el acto. Si este acontecimiento en su vida puede pensarse como límite, en términos de tragedia, su vida cambiará por verse envuelto involuntariamente en un plot político que tiene en vilo al país. De ahí en más se apela a la fórmula de un hombre que debe huir por su vida, una idea que desde “El hombre que sabía demasiado” (y muchas otras de Alfred Hitchcock, el que mejor empleó el concepto) se vio de diferentes maneras.

«Hitch», que conocía cada pieza del reloj, nunca mostró sus hilos de autor en esas películas ni tampoco sintió la necesidad de gritar: “¡Cine!” con una pancarta. Bueno, Filomarino y Gudagnino traen con “Beckett” un pedestal en el que se paran con el fin de señalar que están en otro carril, precisamente en uno opuesto al del entretenimiento, pero más que nada en el de la ignorancia de toda una historia sobre el thriller. Desde las formas se advierten estos rasgos, principalmente por la cadencia de “freno de mano puesto” que emplea en la dilatación de tiempos que exigen adrenalina, con una ausencia insospechada de recorte de tiempos muertos. También hay una preocupación por lo paisajístico para fotografiar montañas, ruinas y precipicios con la contemplación que se exhibe en partes iguales cuando la pareja está de turismo y cuando al protagonista (un hombre común en una situación extraordinaria) lo intentan asesinar de diferentes maneras. En el letargo también hay un síntoma que señala un problema en la revelación de las vueltas de tuerca, por ejemplo, en la secuencia de la Embajada de Estados Unidos, que cualquiera con dos películas de este tipo encima puede esgrimir un posible desenlace. A Filomarino no parece importarle, él está tocando las cuerdas de Ken Loach mientras a un tipo lo quiere matar medio país.

Bajo la misma estrategia elegida de Guadagnino para hacer su remake de “Suspiria”, Filomarino deja entrever su superioridad ante el género, y al que debe pedirle socorro en un par de ocasiones para salvar ciertas situaciones arquetípicas. Ni la presencia de John David Washington, ni la gracia de Vicky Krieps (la increíble Alma de “El hilo fantasma” de Paul Thomas Anderson) ni tampoco la música del célebre Ryuchi Sakamoto pueden distraer de un guion pretencioso que se viste de traje para ir a la playa. Aburrida para el entretenimiento.