Tengo un alien en casa

Hace poco más de una semana, la plataforma de contenidos para adultos de Disney en Latinoamérica, Star+, estrenó la película de terror «No One Will Save You» («Nadie podrá salvarte»).

Escrita y dirigida por Brian Duffield («Love and Monsters», «Underwater»), pone el eje de la historia en Brynn (protagonizada por Kaitlyn Dever), una joven veinteañera que parece detenida en el tiempo: usa prendas vintage, escucha y baila canciones de los 50′, y no usa celular sino teléfono fijo, además de coleccionar maquetas de casitas antiguas. Esos gustos y preferencias tienen un sentido, carga con un pasado en su historia personal que mejor no enfrentar.

Inicialmente, el problema no radica en esto sino que, una noche, Brynn oye ruidos fuera de su casa, luego estos son percibidos dentro del hogar y resulta que son ocasionados por la presencia más que cercana de un extraterrestre. Sí, un alienígena la visita y las intenciones parecen no ser las mejores.

Así, se desencadena un inminente enfrentamiento entre la joven y este ser de otro planeta (su diseño no es pereza, está basado en la infinidad de testimonios de abducciones). Brynn va a intentar huir del monstruo, hará lo imposible por salir de su casa y hasta del pueblo, pero la misión se vuelve casi imposible.

«No One Will Save You» nos remite, sin lugar a dudas, a «Signs» («Señales», de M. Night Shyamalan). También hay ciertos climas y espacios que nos recuerdan a la lograda «The Vast of Night», pero lo que podría ser una muy buena película de terror termina por coquetear con el drama y en su ambición se diluyen las intenciones.

En definitiva, las pretensiones de Duffield (solo hay 8 palabras en total y el primer diálogo aparece luego de una hora y nueve minutos) le dan más valor al trabajo de Dever que a esta producción, que no pasa de ofrecer un buen rato de tensión y alimenta al nuevo fandom del «terror inteligente», que muchas veces no es más que una vuelta de tuerca para que el onanismo cinematográfico y la cinefilia snob quiera sobre explicar conflictos socioculturales, algo de lo que el género siempre se nutrió.