Tom Cruise contra el algoritmo

En “Misión Imposible: Sentencia Mortal”, Ethan Hunt aparece entre las sombras: primero con su voz, luego con su rostro y, finalmente, con su cuerpo entero. Así como a James Bond siempre en los prólogos de sus películas lo vemos en el final de una misión, a Hunt lo encontramos en la clandestinidad más oscura porque su tiempo entre los encargos lo ubican en una madriguera, la cual es cada vez más profunda con el correr de las entregas de la saga.

Mientras en “Misión Imposible 2” el llamado de IMF (el FMI, gran diálogo el de la confusión con el Fondo Monetario Internacional) lo ubicaba en el medio de una montaña donde pasaba sus vacaciones, en “Misión Imposible: Repercusión” (la película anterior) lo carcomía una pesadilla terriblemente real. En ese contraste de presentaciones del héroe, es posible evidenciar el recorrido hacia la oscuridad transitado por este personaje que vive entre las sombras.

Por supuesto, la llamada del héroe llega y, a diferencia de la teoría de Joseph Campbell, Hunt ni siquiera duda en aceptarla, en este caso, menos que nunca. Se trata de rescatar a Ilsa Faust (Rebeca Ferguson), la aliada británica de las dos películas anteriores quien, además, representa un interés sutilmente mostrado en dos planos aquí por la magistral mano de Christopher McQuarrie. La misión no representa específicamente un rescate, se trata de recuperar la mitad de una llave, la única alternativa capaz de ¿apagar? una Inteligencia Artificial (IA) que desarrolló conciencia propia y está vulnerando todos los servicios de inteligencia del mundo. Por cierto, ingeniosa cita al personaje de Christina Lindberg en “Thriller-A Cruel Picture” (1973) con el parche en el ojo de Ilsa.

Antes de los títulos -icónicos, a esta altura- hay un falso descanso, después de la magnífica secuencia en el desierto, cuando los líderes de diferentes agencias le dan un brief al director de la CIA acerca de la situación actual de la IA consciente. A la par de la ametralladora de diálogos que crece y marca un tempo, aparece un personaje extraño y silencioso en un montaje paralelo, el cierre es el reencuentro en pantalla entre Hunt y Kittridge, el gris y cínico secretario de la IMF de la primera “Misión Imposible”. Si John Woo se dio una sobredosis de látex con sus máscaras en la segunda película de la saga, McQuarrie revalorizó el recurso (cierto es que Brad Bird en “Misión Imposible: Protocolo Fantasma” también lo había resuelto muy bien) para otorgarle esa cuota de humor y, principalmente, de narrativa.

Las dos películas anteriores, también dirigidas por McQuarrie, desafiaban los límites de la acción física en pantalla, a partir de retos cada vez más realistas propuestos por Tom Cruise. Si bien aquí aparece una caída libre desde una moto en movimiento, la búsqueda del dúo director y estrella-productor es un regreso a las fuentes de la acción más clásica, donde prima lo cerebral y el humor antes que lo espectacular. El mejor ejemplo está en la secuencia de Roma con el Fiat 500 (o “Fitito”) con el cual parece ofrecer una declaración de principios en contraposición a otra saga de autos. Se desprende de esa persecución una capa que conecta al mundo de “Misión Imposible” con el de “Terminator”, si es que lo de lA por sí solo ya no lo había hecho, y es la presencia de Paris (Pom Klementieff), una secuaz villana de características psicópata que acecha con disfrute en un carro de asalto a modo topadora contra todo lo que se le cruce.

En la línea de una batalla cultural de lo analógico contra la hiperdigitalización, la película rescata el espíritu y ciertos procedimientos del cine clásico de ladrones, espías y demás conspiraciones. La secuencia del aeropuerto está nutrida no solo de seguimientos y persecuciones a pie sino que todas las acciones físicas están dadas por el engaño, los “pungueos” y los duelos dialécticos, en especial entre Hunt y Grace, una ladrona que ingresa a este mundo sin saber en qué se está metiendo. La relación entre ellos recuerda a “Charada” de Stanley Donen o “Para atrapar a un ladrón” de Alfred Hitchcock, porque sus encuentros parecen fortuitos y regidos por el azar, hasta que al final el destino de la misión la obligue a Grace a ser parte del equipo de Hunt.

Si bien en “Protocolo Fantasma” ya existía una referencia a la primera “Misión Imposible” con la escena del fósforo y la máscara de arpillera, lo que sucede en “Sentencia Mortal” es un regreso estructural a las bases de Brian de Palma. El espionaje con tufillo a la “Guerra Fría” reverdece en la primera escena del submarino (el gran disparador del conflicto de la historia), el mencionado Kittridge, los planos contrapicados en situaciones de conversación, la “Viuda blanca” (Vanesa Kirby) como una reconversión del personaje de Max (de hecho, se implica que es su hija) y, finalmente, todo el desarrollo de la última hora en el tren remite a los inicios de la saga. Incluso hay una apuesta por ir a un grado cero de la historia de Hunt, al incluir al villano Gabriel (un sútil Esai Morales) que lo une a sus comienzos en IMF.

La gran secuencia del tren despliega dos situaciones en paralelo, por un lado, Hunt en su moto corriendo a la par de su recorrido y, por el otro, la trama más espesa de la transacción de la famosa llave (el MacGuffin de la historia) y que incluye a casi todos los personajes. En la distribución de importancia, Cruise parece dejarles el motor jerárquico a los demás personajes y ser él un mero acompañante. No hace falta decir que el cierre fastuoso está reservado para la estrella, en un nuevo impacto en la búsqueda de saciar la adrenalina, en la realidad tanto como en la representación ficcional.

En términos de vanguardia tecnológica también existe un paralelismo con la “Misión Imposible” «depalmiana», allí los envíos de mails aparecían casi por primera vez en una pantalla de cine y nos deslumbraban por su avance y posible redireccionamiento acerca de las comunicaciones a distancia. En esta película de McQuarrie, el miedo actual de los límites de la IA se hace carne, y sorprende aún más que aparezca en una película, que no es más que una construcción colectiva de largo aliento y que suele poner de manifiesto tardíamente las problemáticas más actuales. Vale recordar que las dos partes de “Sentencia Mortal” se escribieron en 2019 y se rodaron durante el pico de la pandemia de COVID-19 durante 2020.

“Misión Imposible: Sentencia Mortal” parte 1 de Christopher McQuarrie cuenta con las actuaciones de Tom Cruise, Hayley Atwell, Simon Pegg, Ving Rhames, Esai Morales, Vanesa Kirby, Pom Klementieff, Henry Czerny, Sean Whigham y Rebeca Ferguson. Duración: 163 minutos.