El Club Atlético Fernández Fierro (CAFF) es un galpón medianamente grande que, si no fuera porque el sonido y puesta son realmente buenos (buena acústica, juego de luces muy completo y una gran bola “disco” incluida), podría pasar por una bonita sociedad de fomento de barrio, ideal para empanadas, locro y vino todos los domingos.
El caso no fue este, ya que ahí estuvimos el último viernes por la noche más de 250 personas, a sala repleta (literalmente: hubo gente que no pudo ingresar) y con mucha expectativa. Particularmente, tenía muchas: desde que conozco el grupo siempre había querido verlos, pero “por h o por b”, no sucedía.
Me llamó poderosamente la atención la variedad de espectadores. Lejos de ser homogéneo, vi señoras muy elegantes entradas en los setenta años, familias enteras, grupos de amigotes sentados alrededor de una botella de vino tinto y parejitas sentadas en el piso a falta de mesas y sillas (como dije antes: el lugar estaba repleto). Reinaba una especie de tensión muy llevadera, el público parecía no ser nuevo y, por ende, sabían a qué iban. Yo, en cambio, no tenía muy claro cómo iba a ser el show. Debo reconocer que nunca antes había ido a ver a un grupo vocal que no fuera Les Luthiers y en mi imaginario había un cierto preconcepto de solemnidad en cuanto a este tipo de propuesta.
No soy amigo de los prejuicios, así que ahí fui. Lo primero que destaco es la frescura de los seis integrantes. No solo como músicos, sino como performers. Disfruté de muy buena música y me reí en iguales proporciones. El repertorio fue variado e incluyó folklore muy nuestro, una joyita de Les Luthiers (“Lazy Daisy” me sacó mil sonrisas) y grandes canciones latinoamericanas. “Tu amigo fiel” de Toy Story y “La puñalada” fueron los puntos más altos en cuanto a actuación, estos pibes grandes se divierten y lo contagian de una forma tan natural que demuestran en cada canción sus 10 años de trayectoria.
Mención aparte para los músicos: tanto la percusión como los arreglos de piano y guitarra, me sumergieron en un amable trance durante las casi dos horas de recital. Lucho González es el productor del disco. Guitarrista virtuoso y embajador de la música afroperuana en nuestro país, subió al escenario tres veces, y no para hacer del show un auto homenaje, sino para ponderar las voces y los arreglos musicales de Cabernet.
También la interacción con el público merece un párrafo aparte, ya que los coros, las palmas, algún que otro loco bailando y los seis arengando desde el escenario, me hicieron dar cuenta de que en este tipo de shows, cuanto más se rompen las barreras entre el público y la banda, más se disfruta todo.
El momento de los bises fue, quizás, la mejor prueba de lo que es Cabernet (para mí, eh, y recordá que es la primera vez que los vi en vivo) ya que, luego de irse y venirse para el deleite de los presentes, cerraron con un compacto mix de canciones en inglés, mucho mainstream y agite, para despedir al Club Fernández Fierro a puro pulso electrónico, con la bola estroboscópica girando “al palo”, y con la promesa de que su show del 5 de Julio en el Teatro del Viejo Mercado (Lavalle 3177, CABA), no solo será un festejo por los 10 años de trayectoria, sino un regalo para un público que disfruta a Cabernet como uno lo puede hacer también con una obra de teatro o, por qué no, con copas de un buen vino.
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