Corto mano, corto fierro

Más de 41.000 usuarios continúan sin luz en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. En el área concesionada a Edesur, un total de 40.534 usuarios están sin suministro eléctrico y la empresa no dio precisiones sobre el cronograma de regreso del servicio. Por su parte, los afectados que dependen de Edenor ascienden a 1.076.

¿Qué nos pasa a los arentinos? ¿Estámos dormidos? Tengo el claro recuerdo de cacerolas resonando bajo un mismo pedido allá por el 2001. ¿Qué estamos esperando para pedirle a Edesur que se vaya?

En enero de este año, Edesur tanto como Edenor recibieron la indulgencia por parte del Gobierno Nacional que los eximió de pagar 62.000 millones de pesos y ni hablar que le permitió refinanciar la deuda que generaron desde 2020 con Cammesa, la administradora mayorista del sistema eléctrico.

Entonces me pregunto: ¿por qué los usuarios del servicio estamos cada vez peor?

Si bien es cierto que este calor extremo fue una excepción a la regla, no debería existir el peligro de que una cámara de luz vuele por los aires, que los cables saturados se intenten «atar con alambre», como dice Ignacio Copani en su canción. Mandan a realizar los arreglos a una empresa tercerizada que tiene limitadas las posibilidades de resolver los problemas porque, evidentemente, son de raíz.

Te voy a contar mi propia historia, querido lector, siento que ya entramos en confianza.

El martes voló por los aires la caja de luz que se encuentra fuera de mi edificio, en Villa del Parque. Gracias a la intervención de la policía, que delimitó la zona y la renombró como «peligro en la vía pública», esa misma noche vino la cuadrilla. Algunos departamentos, el mío entre ellos, volvimos a tener luz, otros no corrieron con la misma suerte. El miércoles, aquellos que sí teníamos luz nos unimos a llorar las penas con el resto. Dos días sin luz y contando. Reclamos eternos e incansables. Nadie del otro lado. Ningún ser humano que, al menos, te consuele con alguna frase alentadora. El calor era la frutilla del postre. Con térmicas que volvieron a rozar los 40 grados, la jungla de cemento se convierte en una caldera.

Las esperadas lluvias fueron la gran mentira de la semana, ni Windy, considerada la mejor página para conocer el pronóstico del clima, la pegó esta vez. Sin luz y con un calor arrasador llegamos al jueves. Por fin mandaron a la cuadrilla, la esperanza es lo último que se pierde, pero, querido lector, resultó que volvieron a cambiar los fusibles y todo volvió a explotar y, ¿adiviná qué hicieron? Vvolvieron a cambiar los fusibles. Sí, estás leyendo bien, siguieron insistiendo con el error cuando ya sabíamos desde el martes que había que romper la vereda y cambiar cables. Pero no. Vivimos en Argentina, y este «ispa» da para todo.

¿Cómo se puede seguir manteniendo la ineptitud?

Por primera vez, y creo que debería haber sido antes, el Ente Nacional de Regulación de la Electricidad (ENRE) presentó este jueves una denuncia contra el directorio de la distribuidora Edesur.

En este «corto mano, corto fierro que te vayas al infierno» que le hace el titular del ENRE, Walter Martello, a la empresa, denuncia, entre otros, dos delitos con los respectivos argumentos para probarlos. «Defraudación por desbaratamiento de derechos acordados» y «abandono de personas».

Los denunciados son el presidente de la empresa, Juan Carlos Blanco; el vicepresidente, Francesco Tutoli; los directores María Alejandra Martínez, Juan Bobillo, Mónica Diskin, Giovanni Zanchetta, Jaime Barba y Alejandro Martínez; y el gerente general, Walter Moro.

Parecería que por fin se va a tomar el toro por las astas, o eso al menos nos hacen saber las últimas noticias.

Por lo pronto, yo sigo en un bar, cargando la batería de mi celular mientras escribo esta nota y sueño con que al regresar a casa por fin se haga la luz. Miro mi tatuaje, dice: «Elijo creer». Este encierra varios mensajes: obviamente en homenaje a nuestra querida selección, pero también la apuesta a este país que tanto amo y que, de corazón espero, salga adelante.

Artículo elaborado especialmente para puntocero por Luciana Mauro.