Detrás de la emergencia migratoria

Triunfadora en las elecciones generales italianas de septiembre pasado, la primera ministra ultraconservadora Giorgia Meloni no se encuentra atravesando su mejor momento desde que conduce los destinos del país. Las resistencias surgidas al momento de avanzar en la aplicación de su furibunda política anti migratoria (uno de sus estandartes) dibujan un panorama incierto.

Se trata de un asunto espinoso desde hace años que, por ejemplo, catapultó años atrás a la cima del poder político a Matteo Salvini, actual socio de Meloni en la coalición política oficialista. No obstante, se volvió especialmente candente a raíz del naufragio ocurrido en febrero en la región de Calabria, con un saldo trágico de más de 60 fallecidos.

El 11 de abril fue decretada la “emergencia migratoria” por parte de la mandataria de extrema derecha que, vale recordar, proviene de un partido fundado por herederos de Mussolini y que actualmente integra el espectro político-ideológico más xenófobo e islamófobo de Italia.

La medida generó una rebelión por parte de cuatro gobernadores regionales (Toscana, Emilia-Romaña, Apulia y Valle de Aosta) y de seis alcaldes municipales, muy trascendentes ellos: los de Roma, Nápoles, Milán, Turín, Bolonia y Florencia, todos del Partido Demócrata (PD). A propósito, vale recordar la reciente elección de la nueva conducción del PD, encabezada por una dirigenta joven llamada Elly Schlein -encuadrada en la cuasi extinta tradición centroizquierdista de su país y claramente enfrentada a este gobierno-.

Una cuota adicional de revuelo fue la que aportó el ministro de Agricultura y Soberanía Alimentaria, Francesco Lollobrigida quien, además, es un integrante relevante del partido de Meloni. En un encuentro con sindicalistas, refiriéndose al tema, afirmó que «no podemos rendirnos a la idea de la sustitución étnica. ¿Los italianos tienen menos hijos y por eso los sustituimos con otros? No creo que ese sea el camino».

Rápidamente fue acusado de supremacista blanco por sectores de la oposición. Lo que se esconde detrás de los dichos del Ministro es la teoría conspirativa conocida como «El gran reemplazo», que consiste en un presunto plan para sustituir a la población blanca y católica europea por migración irregular africana.

Este planteo de una supuesta sustitución, es justo señalar, lejos está de ser patrimonio exclusivo de la ultraderecha italiana. No obstante, en el caso de este país en particular, se enmarca en dos datos que inquietan al conjunto de la población. Por un lado, un descenso demográfico histórico reflejado en que, por primera vez, en 2022 se registraron menos de 400.000 nacimientos anuales (según el Instituto Nacional de Estadística -ISTAT-). Por otro lado, los 28.000 cruces irregulares de migrantes en el primer trimestre de 2023, casi el triple que en el mismo período del año anterior.

La declaración de la emergencia migratoria no es la única medida que generó ebullición política en Italia. En marzo, el Gobierno anunció la prohibición a las parejas homosexuales para que inscriban a sus hijos en el registro civil. Lógicamente, generó el rechazo no solamente de parte de la comunidad LGBTIQ+ sino de importantes franjas de la sociedad en general.

Se va formando un escenario en el cual, pese a la considerable imagen positiva en las encuestas, la Jefa de Estado quizás no tenga las cosas tan simples como suponía. Habrá que seguir de cerca el devenir del primer gobierno ultraderechista de una potencia europea en la historia contemporánea.