Editorial

Lejos veo el futuro de los comunicadores en el sistema de formación profesional actual. En un mundo con mutaciones cada vez más aceleradas, las instituciones y sus formadores (no todos quepan en el saco, pero sí en su gran mayoría) permanecen a la expectativa de respuestas en lugar de interactuar en el mercado a través de nuevos interrogantes.
Prueba de ello es la sistematización de la enseñanza de los contenidos educativos y la homogeneización de los futuros profesionales bajo preceptos establecidos en siglos pasados (vale recordar el formato estandarizado de la educación napoleónica con el formador al frente de la clase). Con respecto a lo obsoleto del sistema actual, los ejemplos recorren desde la simplificación de los textos en formato de fotocopias (no es necesario mencionar el factor ecológico) tanto como la forma de rendir los benditos y agotadores exámenes. Recordemos que los parciales se realizan en gran porcentaje de forma individual sin contar con apoyo bibliográfico y en total silencio, mientras que en el ámbito laboral si se trabajase de esta manera lo menos que recibe uno es un apercibimiento o la crítica encarnizada de los colaboradores. En cuanto a la afirmación sobre la homogeneización del alumnado, acordamos en que todos deben aprender exactamente de los mismos libros (resúmenes, en el mejor de los casos) sin importar los intereses o profundizaciones bibliográficas con las que el futuro profesional siente más atracción, como así también brindar soporte a los emprendimientos personales que se vinculan directamente con la profesión. Nobleza obliga, los casos en los que sí se produce este apoyo se convierten en la excepción que confirma la regla.
Por lo tanto, el nuevo comunicador, ese que se inicia en un camino que demanda creatividad, innovación y trabajo en equipo (las tendencias mundiales en los más diversos ámbitos laborales incorporaron el término “comunidad colaborativa”, término, valga la redundancia, que en cuatro años de carrera universitaria no oí mencionar jamás, pero compañías como Google, Twitter y la mayor parte de las startups exitosas tienen como conceptos fundamentales) debe asimilar el proceso de formación para comprender las herramientas que le fueron facilitadas. Y muchas veces esto surge por iniciativa propia.
El comunicador del futuro inmediato debe tener conocimientos amplios en cuestiones de interés general y tecnologías, habilidades para las relaciones interpersonales, capacidad de negociar, liderazgo y espíritu emprendedor. Aptitudes estas que no tienen su merecido espacio aún en el currículo universitario de comienzos de milenio (me abruma de solo pensarlo). De todas formas, y a modo de defensa de los establecimientos educativos, pese a que los considero obsoletos en mucho más factores de los que podría catalogarlos de innovadores, la aprehensión siempre debe surgir primero por parte de la persona que quiere capacitarse, ser un mejor profesional y sumar para sí mismo mayor valor agregado. La chispa, como debemos haber oído, siempre tiene que estar adentro de uno. Lástima que no se piensa en facilitar oxígeno o leña para que encienda.
Porque así, en el vínculo estrecho entre los diferentes actores en la etapa de formación educativa de verdad se debe generar comunicación 2.0, ida y vuelta constante para promover nuevos contenidos relacionados con el desarrollo real de la profesión que se viene. Una que lejos se encuentra del papel de diario como mercancía para hoy y envoltorio de media docena de huevos mañana (¿lo efímero cuántas veces sirvió a los medios masivos de comunicación como cómplice de la desinformación? No recuerdo disculpas por errores al noticiar).
Hoy la información es wiki, es fuente de consulta permanente porque se convirtió en un bien universal para el bienestar de toda la población. Asistimos a un contexto en el que se vivencia el proceso en el que el rol del comunicador está bajo la lupa, donde la palabra del periodista no es sagrada como hace tan solo una década. Hoy la profesión no es inimputable y por eso muta hacia la vocación en su definición primaria (hacerlo con pasión y entusiasmo como factor primordial), es la misma actividad que hoy se pone en tela de juicio ante el público debido a la mediatización de la noticia en empresas que no vislumbran el futuro sino que pretender seguir construyéndolo (al fin y al cabo el medio construye realidad). La información va camino a transformarse en un derecho universal de todos los ciudadanos y no un privilegio de capital.
Vivimos una época de cambios permanentes y acelerados en todo sentido y, entre tantas otras cosas, somos testigos del nuevo rol del comunicador profesional (opto deliberadamente por llamarlo de esta manera y no “comunicólogo”, que suena más a alguien que filosofa que a una persona que pone en práctica sus conocimientos). Gracias al camino recorrido en el ámbito académico y de campo, nos fueron facilitadas algunas herramientas para contar este presente cambiante lo mejor que podamos… ¿qué estamos esperando?
Sabemos que la verdad siempre es relativa (y aún más en esta profesión), por lo tanto, lancémonos a la búsqueda de nuevas preguntas.