El jueves 3 fue, oficialmente, el primer día de esta nueva edición (la 37°) del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. En este día donde el público va llegando a la ciudad balnearia pueden verse aún a trabajadores y trabajadoras ultimando detalles decorativos en la puerta del Teatro Auditorium y la sensación es que verdaderamente el festival comienza al día siguiente, cuando las secciones competitivas salen a la luz.
Pero esta sensación no es del todo justa, pues hay un puñado de películas que se proyectaron durante el día, y mientras en el Auditorium se celebraba la ceremonia de apertura con alfombra roja, estrellas y fiesta, al mismo tiempo la verdadera fiesta cinéfila sucedía en la sala 1 del Ambassador.
Tres películas totalmente distintas se proyectaron una detrás de la otra, dos de la sección Autoras y Autores, estas fueron “Imperio de luz” de Sam Mendes y “As bestas” de Rodrigo Sorogoyen. Por último, la primera función de Hora Cero con “Fumer fait tousser” de Quentin Dupieux, en esta nota dedicaremos algunas palabras a la segunda de ellas.
“As bestas” de Rodrigo Sorogoyen viene de ganar los premios a Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor para Denis Ménochet en el Festival de Cine de Tokio. Se trata de una coproducción entre España y Francia hablada en español, francés y gallego con una larga extensión de 137 minutos que se sienten.
La historia cuenta sobre Antoine y Olga, una pareja francesa que vive en un muy pequeño pueblo rural de Galicia. Al territorio llega una empresa que quiere instalar un parque eólico y, mientras para una porción del pueblo es una oportunidad económica nunca vista, para Antoine esto no es importante. Su visión ecológica lo lleva a oponerse al parque, pero sus vecinos se deciden a presionarlo mediante una violencia creciente e insoportable.
El primer plano de la película revela algo importante del tono brutal que maneja el relato, cumple su objetivo: pone en silencio absoluto a la sala y sigue. Luego nos encontramos con este enfrentamiento de partes pero también conocemos a los vecinos, unos hermanos que tienen como característica algo del desparpajo y la desinhibición para una intimidación perversa.
Toda esta primera parte refiere a un conflicto que en la superficie es sobre la violencia, pero despliega otras capas temáticas, la más interesante la de la disputa entre locales que expresan que toda su vida la vivieron bajo la dureza del trabajo físico en condiciones miserables mientras Antoine “juega a la granja hace solo dos años” en el lugar.
El problema de “As bestas” está en la estructura, cuando parece que la película llegó a su clímax se desdobla y se extiende una segunda mitad que cambia todo. Se traslada el punto de vista a un personaje menor, se apagan todas las polémicas que había construido anteriormente porque sentencia “el bien y el mal” en términos binarios y simplistas. Pierde el rumbo luego del punto medio y baja considerablemente la calidad del desarrollo entero que al comienzo parecía notablemente preciso.