El nuevo Chile

Para quienes creemos en el proyecto político del presidente electo Gabriel Boric Font, es difícil escribir manteniendo la ya de por sí cuestionable objetividad periodística. Y es que luego de tres décadas de un modelo político, económico, social, medioambiental y cultural, heredero de la sangrienta dictadura que provocó profundas heridas, la llegada a La Moneda del presidente más joven y más votado en la historia del país es una bocanada de esperanza para una nación que precisa con urgencia recomponer su tejido social.

«Vengo de Magallanes, en el extremo sur de Chile, casi tocando la Antártica. Tengo 35 años. Y sé que la historia no parte con nosotros. Me siento heredero de una larga trayectoria histórica, la de quienes, desde diferentes posiciones, han buscado incansablemente la justicia social, la ampliación de la democracia, la defensa de los derechos humanos, la protección de las libertades. Esta es mi familia grande, a la que me gustaría ver de nuevo reunida en esta etapa que ahora iniciamos», expresó el nuevo mandatario.

Las palabras del presidente electo el pasado domingo 19 de diciembre, tras confirmarse su victoria y ante miles de personas que se reunieron en el centro de Santiago, trazaron lo que serán los desafíos y responsabilidades que asumirá su gobierno a partir del 11 de marzo del próximo año. Gobernará con un Parlamento equilibrado, por lo que deberá desplegar todas sus capacidades de negociación y diálogo, cuestión que ya demostró como parlamentario y dirigente estudiantil, donde dejó de lado los cálculos políticos, asumiendo altos costos.

La emoción no obnubila la razón

Creer que Gabriel Boric supone la panacea a las problemáticas del país es totalmente ingenuo. No obstante, se trata sin duda de una propuesta de futuro, inclusiva, que respeta, convoca y valora las diferencias. La respuesta a los resultados de la primera vuelta estuvo en esa línea. Así como es necesaria la construcción de las transformaciones desde lo profundo, el estar presentes en cada territorio se hace urgente, especialmente en aquellos que históricamente fueron los más postergados y quienes más sufrieron las desigualdades estructurales de este país. Se trata de un proyecto político que necesita del otro para avanzar y crecer, con una invitación a volver a confiar en la institucionalidad y vivir en paz.

La llegada de Gabriel Boric a la presidencia de Chile es tan histórica como llena de simbolismos. Además del hito que marca el volúmen de votación, con un 55% de participación del padrón electoral (casi 8 puntos más que para la primera vuelta) y su juventud, la llegada al poder del conglomerado Apruebo Dignidad supone romper con el bipartidismo que gobernó al país desde el regreso a la democracia en 1990. «Que el respeto a los derechos humanos, siempre y en todo lugar debe ser un compromiso inclaudicable y que nunca, por ningún motivo, un presidente le debe declarar la guerra a su propio pueblo. Verdad, justicia, reparación y no repetición”.

Respetando las tradiciones republicanas, Boric cumplió con todos los protocolos pos eleccionarios, entre los que se cuenta reunirse con el presidente en ejercicio en el Palacio de La Moneda. Si bien cordial, ello no implica deslindar de responsabilidades al actual mandatario, especialmente por su gestión política a partir de octubre de 2019. Sabe Gabriel Boric que, así como se trata de un tema sensible, es también urgente darle la atención que corresponde. Si bien todavía no hay una versión oficial, desde su círculo cercano ya deslizaron que la opción será retirar las querellas por Ley de Seguridad Interior del Estado en curso contra los presos de la revuelta social. «He hablado con las familias y tenemos muy claro lo que tenemos que hacer», dijo el propio presidente electo en su discurso del pasado domingo.

Asimismo -aunque luego fueron morigeradas algunas de sus declaraciones-, el jefe político del comando de Boric, Giorgio Jackson, señaló que el compromiso con las familias de los presos es que las querellas se levanten: “Lo hemos sostenido desde el inicio de la campaña. Eso cambia las condiciones con que el Poder Judicial enfrenta un caso. No es un detalle, es algo significativo”.

Una de las características principales del proyecto político que encabeza Gabriel Boric es lo colectivo, que se contrapone al personalismo que marcó especialmente la actual presidencia que termina en marzo próximo. El nuevo mandatario sabe que se trata de un valor irrenunciable, ya que es el sustento que le permitirá darle legitimidad y llevar a buen puerto las propuestas transformadoras. En ese contexto, una cuestión no menor es que el nuevo presidente chileno será el responsable de estampar su firma en la nueva constitución política chilena.

La llegada de Gabriel Boric a la presidencia de Chile está signada por la historia. Eso, a las luces de los hechos y más allá de la vereda que cada uno ocupe en este proceso, se trata de un hecho inobjetable.

Y es la Esperanza -así, con mayúscula-, la que se repite en muchos rincones del país, sin desconocer nuestro pasado y mucho menos nuestro presente, sabiendo que ambos representan un desafío de un mejor futuro y un mejor vivir -parafraseando al nuevo presidente-, para todas las personas de todos los pueblos que habitamos este territorio llamado Chile.

Artículo elaborado especialmente para puntocero por Felipe Bauerle.