«El Rey León» y «Toy Story»… otra vez

La cartelera parece calcarse a las de otras épocas, remakes y reboots colman las salas sin dejar lugar a nada más y Disney juega este juego en nivel experto. La normativa para la cuota de pantalla existe para que la diversidad prime en los cines, sin embargo y sin escrúpulos, estas vacaciones de invierno las opciones se reducen a dos nombres bestiales «El Rey León» y «Toy Story 4».

Toy Story 4

Luego de «Toy Story 3» en el año 2010, el cierre del universo parecía definitivo y, de hecho, el anuncio de una cuarta entrega despertó diversas alertas. No obstante eso, «Toy Story 4» se acaba de convertir en la película más vista en la historia argentina y es que después de las primeras vistas se propagó el visto bueno, el público perdió el miedo y comenzó a ir a mansalva hasta superar los cinco millones de espectadores, cifra que no se estancó y seguramente se va a inflar aún más.

La fórmula es la misma: un personaje se pierde y otros deben rescatarlo, a la vez que se incorporan nuevos juguetes igual de divertidos y geniales. El universo creado es infinito y lo saben. En esta ocasión se baja la vara de lo que fue el magnífico cierre de la trilogía original y se abre un nuevo disparador que propone muchas salidas para nuevas historias.

Woody se encuentra en pleno duelo por Andy y Bonnie no viene a copiar ese enamoramiento, es una nueva niña, con otros gustos e intereses. Sin embargo, nuestro vaquero favorito se mantiene leal y cargado de vocación por la felicidad de su nueva niña y todo lo que hace en esta película es para protegerla: Bonnie necesita a Forky como objeto transicional, Forky no quiere saber nada al respecto y Woody desespera.

El equivalente del miedo a la muerte de los humanos o el sentido de la vida como inquietud filosófica o metafísica, es para los juguetes el miedo a no tener un niño que juegue con ellos o a ser abandonados, hecho inevitable que ya descubrimos antes de esta nueva entrega. Volvemos a revisar estos conceptos pero de manera periférica, y sí nos adentramos en la amistad.

Dirigida por Josh Cooley («Intensa Mente» y «Up»), si bien el esquema se repite no pierde el contenido y el ingenio. Gusta y, seguramente, aunque ya la vieron más de cinco millones de personas, siga siendo la primera opción en estas vacaciones de invierno.

El Rey León

Aquella suerte de «Hamlet» animada y con animalitos en la sabana africana vuelve en versión digital hiperrealista. Una replica de la historia original pero con un nuevo atractivo visual y sonoro que… ¿alcanza? ¿Era necesario?

Jon Favreau («El libro de la selva», «Iron Man») tomó el argumento de 1994 y las últimas tecnologías y… ¿listo? Quizás no sea el ejemplo más evidente de un trabajo de dirección propiamente dicho, aunque no es casual que el resultado sea prolijo e imponente. La labor del director se hace invisible en el resultado general y notorio en los detalles.

En la búsqueda del hiperrealismo se resignan licencias que solo la animación puede dar en cuanto a estéticas, texturas, chistes y demás. Para reemplazar y sostener todo lo que se ofreció en su momento, el trabajo más fuerte está depositado en la interpretación de las voces que ayudan a entrar en un universo distinto y mágico, y no sentir que se está viendo un documental de televisión. Contamos con las interpretaciones de Donald Glover como Simba, Beyoncé Knowles-Carter en el papel de Nala, James Earl Jones como Mufasa, Chiwetel Ejiofor como Scar, Seth Rogen como Pumba y Billy Eichner en el papel de Timón.

Por contraste, la versión original es suave y amable, sin olvidar que fue una de las películas de Disney con escenas más duras e inolvidables que marcaron una generación. En esta oportunidad se le añade crudeza y realismo y, a tono personal, me atrevo a imaginar que a los niños más pequeños les puede provocar algún susto. Sí es una imperdible renovación para los niños crecidos que ya somos y un gran despliegue de producción para quienes gusten de los detalles.