El terror real

La senda de la ponderación de un director es un camino, para la crítica, donde el asfalto tiene baches y grietas bien notorias. Sin embargo, un corpus considerable permite poner en perspectiva cierta lectura posible dentro de una totalidad, en la que emergen recurrencias, temáticas e intereses particulares. Carlos Vermut con “Mantícora” (su cuarta película en poco más de una década) confirma un ascenso en su carrera a partir de una búsqueda todavía más refinada de sus narrativas, lo cual representa una cúspide casi imposible de pensar tras la gema “Quién te cantará”. Al igual que esta película inmediatamente anterior, la sensibilidad es un aguijón de apariencia indolora que se clava desde el plano inicial, cuya sensación epidérmica se advierte recién en el final, como parte de un proceso de acción prolongada.

No sería para nada prudente conocer casi nada de la historia, ni siquiera de la premisa, pero no por tratarse de spoilers efectistas sino por la posibilidad de descubrir e interpretar el subtexto, como si se tratara de un canal entubado que va por debajo de una superficie de situaciones y de una linealidad narrativa más naturalizada. Dentro de esa sensibilidad de Vermut puede advertirse una gran diferencia con la línea misántropa de ciertos directores de moda, quienes creen en la pirotecnia y en “el dedo en la llaga” como única metodología para contar -lo que se supone- son los grandes temas.

La sutileza, a partir de un encadenamiento invisible de eslabones, es la mayor virtud de un Vermut que nunca trastabilla en el golpe bajo, en conmover a través de la herramienta de la abyección o en un soliloquio sintetizador de emociones. A tal punto, la música que suena es solo diegética porque ni siquiera a través de acordes o notas punzantes pretende inducir al espectador, las cuales a veces pueden surtir el mismo efecto que unas risas grabadas en las sitcoms.

Desde la actuación de Nacho Sánchez (el protagonista de “Mantícora”) también se desprende la idea central, en cuanto a tratamiento estético e ideológico, articulado con la trama y las ideas acerca de un tema bajo la clave de la naturalización. En consonancia, la jovencísima Zoe Stein es la pieza clave en la tracción lenta y firme de la historia, además de ser el núcleo de la incomodidad y de un terror rasante.

“Mantícora” plantea discusiones, maneras de pensar anuladas en la actualidad por la ansiedad de venerar y cancelar instantáneamente. Que Vermut se anime a narrar lo que narra lo convierte en un milagro que solo el cine puede gestar.

“Mantícora” de Carlos Vermut cuenta con las actuaciones de Nacho Sánchez, Zoe Stein, Aitziber Garmendia y Álvaro Sanz Rodríguez.