«El último campo de batalla es la imaginación»

El director mexicano Fernando Frías de la Parra presentó su nueva película «No voy a pedirle a nadie que me crea» en el marco de la Competencia Internacional del 38° Festival de Cine de Mar del Plata.

A pesar de que en este caso partís de un texto preexistente, tus dos películas comparten grandes conceptos como la migración, los márgenes, la idea de un personaje que se ve envuelto involuntariamente en una situación violenta, ¿cómo ves esto?

«Bueno, es curioso porque mientras más lo mencionas más me doy cuenta de que hay seguramente marcas. Por ejemplo, del hecho violento que hace que se desencadene lo otro pues no lo había pensado tan así y sabes que hay quien dice que solo hacemos una película y que siempre hacemos la misma película, y puede que sea cierto. O sea, son iteraciones o a lo mejor tu alma creativa es una y lo único que tienes son diferentes ventanas hacia ella, pues tal vez ese sea el caso, no sé, pero sí es muy interesante. Son películas muy diferentes en el acercamiento, pero es curioso que los temas profundos sean compartidos.»

En la conferencia mencionaste la «porno miseria», y esta idea de cómo los europeos a veces ven las producciones audiovisuales latinoamericanas, ¿te tocó vivir una experiencia en la que te hayan pedido algo así?

«La verdad es que no, no me ha tocado que me pidan a mí porque en mi trabajo en las películas, las que firmo como director, exijo libertad absoluta y corte final. Ustedes supongo que también, siendo Argentina, es una realidad diferente, pero bueno, México tiene todo el estigma del narcotráfico y de la violencia… ustedes tienen una tradición muy fuerte de teatro y también como de poder, quizás, de gozar de cierta libertad para hablar de otros temas en su cine.

Yo encuentro que para nosotros lo que se espera de afuera sí es bastante limitante. En mi experiencia personal lo que me ha pasado, por ejemplo, es que la película anterior (‘Ya no estoy aquí’) no entró a muchos festivales, fueron puros del Cono Sur. Y hubo un festival en el que eligieron otra película como de más marginalidad y exacerbada. Y al año siguiente me hablan y dicen si puedo dar un masterclass en su festival y yo digo pues no, ponte de acuerdo. Pero yo no hago películas para gustar en un festival, al final quien manda es el público y si la gente responde bien, yo seguiré haciendo películas.»

Hay algo, además, provocador en estas películas, en «Ya no estoy aquí» un chico que no quiere estar en Estados Unidos aunque tiene que estar ahí y si quiere ir y en «No voy a pedirle a nadie que me crea» decís «soy un mexicano hablando de violencia, pero la voy a llevar a Europa».

«Es una resistencia, absolutamente, y además me interesa mucho hablar del discurso anticolonialista porque sí creo que hay muchos espacios que siguen siendo colonizados y creo que el último campo de batalla es la imaginación, y creo que no podemos permitirnos que suceda. Desde la novela también me encanta que Juan Pablo (Villalobos) sabe criticar mucho viviendo en Barcelona, por qué tenemos solamente que dejar de juzgarnos a nosotros por cómo nos ven ellos y por qué no poder contar historias desde cómo nosotros vemos a este otro viejo mundo».

Sobre el hecho de criticar algunos discursos contemporáneos, me parece interesante que en este momento en donde el estereotipo es lo que se combate, vos optás por el estereotipo de los personajes, porque desde el estereotipo podés construir algo complejo profundo y disruptivo, inclusive, con ese recurso.

«Claro, porque yo siempre lo pienso así. La diferencia hoy en día con el nivel de división social que estamos viviendo es gigante y, entonces, es como que no estamos pidiendo a la gente que no se odie, estamos pidiendo a la gente que odie en silencio y es bien diferente eso. Y de repente nacen estos personajes que se dan como permiso de nombrar a la cara cosas que todo el mundo está pensando y por eso se vuelven populares.

No neguemos la naturaleza humana, somos somos seres en relación y constantemente estamos ahí sintiéndonos cómodos con los que son similares e incómodos con los que son diferentes. Esa es la condición humana por definición. Creo que, desde abrazar el estereotipo, hay una forma de hablar de ello, pues poniéndolo sobre la mesa.»