Europa en el BAFICI

Mientras se desarrolla el 21° Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) en la Ciudad de Buenos Aires, la proyección de películas argentinas y de todo el mundo no se detiene. Por eso, compartimos algunas de las producciones del Viejo Continente que completan la grilla del evento.

«Cronofobia» (Suiza)

Por definición, este término significa «miedo al paso del tiempo», y es lo que parece sucederle a Anna Martini (interpretada por Sabine Timoteo), quien se encuentra estancada en una vida que no puede dejar atrás. No es un dato menor poner atención a la estructura de su nombre. Al mismo tiempo, Michael Suter (Vinicio Marchioni) está obsesionado con esta mujer y, debido a múltiples razones algunas vinculadas a su trabajo, siente que ocupa un lugar en el mundo que no le pertenece.

Con una buena dirección que bien podría asociarse al sentido estético de David Fincher, Francesco Rizzi (también responsable del guion junto a Daniela Gambaro) cuenta la historia de dos personajes oscuros al parecer con poco en común que terminan por conectarse en más de un sentido.

«Cronofobia», sin lugar a dudas, es una de las grandes recomendaciones de la Competencia Internacional en esta 21° edición del festival.

«Die Kinder der Toten» («The Children of the Dead», Austria)

En la categoría Vanguardia y Género podemos disfrutar de esta extrañísima comedia bizarra con zombis y fauna local basada en la novela de Elfriede Jelinek. La dirección de Kelly Cooper y Pavel Liska apuesta y fuerte a una película muda pero con protagonismo de los sonidos, filmada en Super 8 en el pueblito de Alpenrose, donde un accidente provoca la unión del mundo de los vivos y los muertos.

Con un buen desarrollo de subtramas, críticas al comportamiento de la sociedad actual, muy buenas dosis de humor y un carnaval literalmente hablando, «Die Kinder der Toten» le da forma a una película que realiza un desfile por un sinnúmero de personajes y te empuja al extremo para que no despegues los ojos de la pantalla y logre hipnotizarte.

Vale aclarar que no es un film para todo tipo de espectador, y mucho menos aún para quienes acostumbran ver solo producciones comerciales.

«Weitermachen Sanssouci» («Music and Apocalypse», Alemania)

«Si utilizamos los elementos apropiados para verlo, el mundo tiene forma de papa». Con esta premisa comienza la película de Max Linz, que se sirve del Instituto de Investigación en Cibernética y Simulaciones de la Universidad de Berlín para hacer una crítica eficaz y a veces contradictoria de las formas de vida que llevamos, con el blanco puesto en la industrialización del conocimiento y la hipocresía que rodea a la educación universitaria.

De esta manera y a través de una sátira que no termina de pisar fuerte en el camino de la comedia intelectual, para nuestra sorpresa podemos ver que las facultades, no importa en qué país las observemos, presentan situaciones y contextos en común: falta de presupuesto, presiones económicas, auditorías, crisis y jóvenes rebeldes.

«Koko-di Koko-da» (Suecia y Dinamarca)

Especie de nueva leyenda urbana nacida del famosos gallo Pinto, esta oscura y tensa historia de Johannes Nyholm muestra la historia de Elin (Yiva Gallon) y Tobias (Leif Edlund), una pareja que decide salir de campamento para intentar superar la profunda crisis que atraviesan.

Proyectada en la categoría Competencia Internacional, este film de terror revive una y otra vez una historia que te lleva por un camino de nervios y tensión que los propios protagonistas elegirían si al menos eso los alejase de la pesadilla en la que están sumergidos.

«Letters to Paul Morrissey» (España)

Con el mito de ser filmada con la cámara de 16 milímetros que registró «Magical Mistery Tour» y que perteneció a John Cassavetes, Armand Rovira se lanzó a la recreación de 5 cartas dirigidas al director, uno de los responsables de Velvet Underground y colaborador de Andy Warhol.

Estas cinco historias surrealistas intentan, por cierto de una manera agobiante, internarse en el universo del artista y plantear dudas existenciales y soluciones químicas frente al posmodernismo. El film, en blanco y negro y con una amplia variedad de tamaños de pantalla como si de crear un cuento uniendo imágenes encontradas tomadas con una Polaroid, comienza interesante con la crisis de la primera carta de Udo Strauss, toma aire con el argumento alucinógeno de Joe Dallessandro y se pierde en el limbo hasta el resurgir de los problemas sonoros de Hiroko Tanaka.