Gauchito Gil y Difunta Correa: guardianes del camino

Aunque las creencias y devociones populares comparten elementos con la religión, lejos está la posibilidad de ser incluidas o reconocidas por la Iglesia. Si de santos paganos se trata, imposible no pensarlos. Ambos comparten la devoción del pueblo por sus milagros, reciben las ofrendas más dispares: desde una botella de agua o cintas rojas hasta botellas de whisky, cigarrillos, vestidos de 15 años, autos de colección y camisetas de futbol de los jugadores más renombrados.

El antropólogo Alejandro Frigerio hace referencia en el libro «Santos Ruteros» de la escritora Gabriela Saidón, a la hipertrofia de la ofrenda debido a la gran variedad de objetos que se les dejan a diario al Gauchito Gil y a Deolinda Correa, popularmente nombrada como «la Difunta». “La multiplicidad de las dádivas es más impresionante en la Difunta que en el Gauchito”, asegura la autora.

Gabriela Saidón nació en Buenos Aires bajo el Sol de Virgo y es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA), es periodista, editora freelance y comunicadora. Sus dedos ya dieron vida a más de diez libros. Entre algunas de sus obras se destacan «Santos ruteros. De la Difunta Correa al Gauchito Gil» ( 2011), «Mondo verde» (2016), «La farsa. Los 48 días previos al golpe» (2016), «Yo me hice feminista en el exilio» (2019) y «La reina. El gran sueño de Manuel Belgrano» (2020). “Durante la pandemia, no tanto en una primera instancia, se fortaleció el desarrollo de talleres literarios de lectura y escritura, la gente necesitó juntarse para leer virtualmente y eso fue fabuloso”, afirma Saidón.

Durante su trabajo en la revista Ñ, Saidón realizó una cabalgata al altar de la Difunta Correa en Vallecito, provincia de San Juan. Por mera curiosidad periodística, la escritora decidió entregarse a la aventura y descubrió en esa hazaña, allá por 2010, la posibilidad de escribir un libro. La circulación por las rutas argentinas en su motor home y viajes por trabajo la acercaron también a otro santo popular: Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez, más conocido como el Gauchito. “Comencé a notar muchos altares del Gauchito y me impactaba cómo estos se ‘comían’ de cierta manera a los de la Difunta Correa: al lado de cada altar de Deolinda aparecía uno del Gauchito y eso me impresionó y empecé a sumergirme en la historia de ambos”, recuerda Saidón.

Y si de historias y leyendas se trata, ambas devociones tienen más de una rondando sobre sus vidas y milagros. “Hay muchas versiones pero voy a elegir una”, confiesa la autora. “En cuanto al Gauchito, se dice que fue un desertor de la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, porque él era de Corrientes, provincia hermana del país atacado, que robaba comida para su gente y no quería matar a sus compatriotas. Por ello es perseguido por un sargento de apellido Zalazar, quien después de un tiempo de estar tras sus pasos lo atrapa y cuelga de un árbol de espinillo patas para arriba”, relata Saidón. “Antes de morir el Gauchito le pide a su verdugo, cristiana sepultura a cambio de salvar la vida de su hijo enfermo. El sargento le corta el cuello y la sangre de Gil de se derrama en la tierra donde días después de aquel fatídico 8 de enero, se construye el primer santuario en honor a su memoria. El niño del verdugo se salva y ese es el primer milagro reconocido de Antonio Gil”, describe la autora de «Santos Ruteros».

Por otro lado Deolinda Correa, oriunda de la provincia de San Juan, era esposa de Clemente Bustos, quien es reclutado durante las guerras civiles por un caudillo. Cuando esto sucede, la muchacha decide escapar en busca de su esposo junto a su bebé, siguiendo las huellas de la tropa por los desiertos de la provincia de San Juan, y alcanza a llegar a Vallecito, donde muere de sed y cansancio en el valiente intento. “El primer milagro que se le adjudica es haber amamantado a su niño aún muerta, y el segundo el pedido de un arriero que le pide a Deolinda que reúna sus animales después de una tormenta y esto se cumple de manera mágica”, relata la periodista.

“Las muertes trágicas, antes de tiempo, son una de las condiciones para que el pueblo santifique a una persona (no así la Iglesia). Gilda, por ejemplo, forma parte de los santos populares si se busca en Wikipedia», cuenta la escritora. En referencia al fatídico accidente que terminó con la vida del famoso cuartetero cordobés, Rodrigo Bueno (quien supo tener un altar en el lugar de su muerte), asegura: “A Rodrigo le faltó el milagro, y el milagro muchas veces es una construcción mediática, se fabrica”.

Alrededor de ambos santos paganos existen infinidad de artistas que le brindaron homenaje con su música. Antonio Ríos fue la voz cantante del tema «El cumbión», homenaje al Gauchito Gil, que suena todos los 8 de enero en Corrientes, mientras que a Deolinda, allá por el 2018, más de 80 artistas de diferentes estilos musicales le dedicaron el disco «Gracias Deolinda, hay cumbia». Su autor y productor artístico Marcos Ordan, oriundo de San Juan, afirma que fue una de las más gratificantes experiencias que le tocó vivir como músico, y agrega que vivió en carne propia más de un milagro de la difunta: “Mi hermanito tenía problemas en la vista y mi madre lo había llevado a todos los médicos del pueblo sin tener respuesta alguna. Fuimos a verla a Deolinda y, con mucha fe, mi mamá frotó un pañuelo por los ojos de la Difunta y luego hizo lo mismo con mi hermano… y a los días estaba curado. Estoy agradecido de por vida”.