Infierno de cobardes

Hay un cine argentino, uno ramplón, destinado a no morir. Netflix es uno de los principales alojadores y benefactores de películas escapadas de la década del 90. “Descansar en paz” no solo está ambientada en esa época, además, absorbe la forma de pensar el género: corroído para provocar shock e impactar al público solo por presencias televisivas delante de cámara. Sebastián Borensztein tuvo su momento álgido con “Un cuento chino”, pero en “Koblic” fue cuando expuso su lado más oscuro al representar un contexto como la dictadura cívico militar en una pequeña historia, que llevaba a un personaje hacia las corrientes del género cinematográfico por antonomasia: el western.

Lejos quedó esa pequeña gran película de la actualidad de este director. En su nuevo opus, la historia roza lo grueso y raspa lo unidimensional como característica principal de sus personajes. Sergio Dayán (Joaquín Furriel) es un empresario metalúrgico inundado en deudas de todo tipo: prestamos, créditos, familiares y hasta un dinero otorgado por una financiera, manejada por Brenner (Gabriel Goity), un personaje pesado del rubro. En plena década menemista, las fábricas nacionales atravesaron sus peores momentos por la apertura de las importaciones y, como producto de ello, una desequilibrada competencia. La vida de Sergio está dentro de esa actualidad económica y financiera, su perfil es el de un padre de clase media, casado y con dos hijos (un varón y una nena). Para sumarle a la desgracia de esta familia, el protagonista se halla en el momento y en el lugar equivocado cuando explotó la bomba en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). En esa fatalidad, encuentra una salida para salvar a su familia: desaparecer y que lo den por muerto.

La fantasía de fingir una muerte para resetear se contó muchas veces, la falla de “Descansar en paz” está en el cómo y en resolver las situaciones con la primera opción posible, casi siempre a través de diálogos y en su repetición. Tampoco colabora la austeridad o la monotonía visual -depende cómo se lo piense- cercana a un planteo televisivo, el cual todo se reduce a explicar oralmente. También los personajes secundarios se sumergen en la linealidad más plana, sus devenires están signados por una plantilla, por ejemplo, que la mujer y el usurero se unan por el duelo es un hecho desde el momento en que ambos comparten el cuadro por primera vez. Solo el personaje de Lali González inyecta algo de energía y frescura a este manual de instrucciones narrativo.

El recuerdo de producciones como “El desvío” de Horacio Maldonado, “Plaza de almas” de Fernando Díaz o de cualquiera que se escoja de Beda Docampo Feijoo se articula con el presente terrorífico vivido por el cine argentino en lo institucional porque, al parecer, solo quedarán las películas influenciadas por ese periodo oscuro y siniestro pre Ley de Cine, al que no habría ni que revisitar más que para no cometer las mismas aberraciones.

“Descansar en paz” de Sebastián Borensztein cuenta con las actuaciones de Joaquín Furriel, Griselda Siciliani, Lali González y Gabriel Goity, y puede verse en Netflix.