Resulta una bocanada fresquísima, siempre, la aparición de una ópera prima singular que no le escapa a la audacia y, mejor aún, que opera para restituir algunos valores del género desgatados actualmente.
Así es «El escuerzo» del cordobés Augusto Sinay, una película con un recorrido primario por festivales del mundo y con cosecha de premios, entre ellos los de mejor guion y mejor película en el Fastapoa del año pasado, un evento tradicional para el cine de terror. Allí, claramente captaron la esencia de esta maravilla, lo cual es comprensible si pensamos que el género es universal, sin importar la lengua: el concepto del miedo desconoce de barreras idiomáticas.
¿De qué se trata «El escuerzo»?
El argumento se teje sobre una maldición que emerge cuando alguien acaba con el animalito del título, le pasa a un hombre quien no logra escapar de unos soldados durante la presidencia de un Bartolomé Mitre. Un mandatario enfocado plenamente en engrosar las filas de su ejército con cuatreros, nativos y demás errantes de la Argentina profunda, la cual estaba en guerra con Paraguay, como si no tuviera por aquel entonces suficientes batallas internas en un territorio todavía lejos de ser considerado un país definido.
Tras un largo prólogo misterioso y construido como un aperitivo dramático, lo que llega es el devenir de Venancio (el hermano del capturado), ahora encargado de proveer en su casa, donde su madre lo controla y lo presiona. Los errores son los disparadores en el terror, bajo esa idea, el joven en la cresta del pavor toma la peor decisión de acabar con la vida de un escuerzo, atemorizante, pero la acción se da por un miedo amplificado gracias a la apariencia del enorme batracio. La madre es la encargada de trasmitir la leyenda oral sobre el significado de este ser, en ella conviven las creencias religiosas y paganas, entremezcladas por el entendible cruce de culturas. Desde ese punto de partida, el recorrido de Venancio es el de una pesadilla a ciegas y en espiral.
El terror y lo fantástico, especialmente, tienen una tradición literaria en nuestro país vectorizada por autores canónicos, celebrados y legitimados, pero en el dorso cinematográfico de esa historia literaria hay una desproporción porque el género siempre parece estar ubicado en un rincón marginal. De todos modos, «El escuerzo» es un peldaño más en la pared del terror federal de los últimos años, donde se ubican “Matar a la bestia” de Agustina San Martín y “Muere, monstruo, muere” de Alejandro Fadel, cada una de estas tres tiene sus particularidades, porque representan una geografía con variables propias que impactan en las historias. El diálogo siempre es un aspecto cuestionado en el cine nacional y, en esta oportunidad, el trabajo de investigación se percibe de forma transparente por una articulación con el pulso narrativo, no por un carácter realista sino por uno verosímil para reconstruir conversaciones posibles entre personajes que vivieron en Traslasierra durante 1866, lugar y espacio de esta narración, inspirada en un cuento homónimo de Leopoldo Lugones.
«El escuerzo» es una de las películas de terror más potentes del año, y debería ser un foco de atención para ubicar a Augusto Sinay como una de las grandes promesas del cine argentino. En un país preocupado por la preservación y el futuro de su cultura, este director tendría ofertas o facilidades para desarrollar sus próximos proyectos. La última media hora invita a un hermoso padecimiento del cual es imposible escapar, sufrirlo en un espacio de carácter inmersivo (como lo es la sala de cine) es el ideal para completar una experiencia que escasea en la oferta comercial.
«El escuerzo» fue escrita y dirigida por Augusto Sinay y cuenta con las actuaciones de Cristóbal López Baena, Lucía Castro, Valeria Beltramo, Javier Pereira y Eva Bianco.