La tortura de la declamación

«Rubia» es una versión de la vida de Marilyn Monroe, lejos está de ser una biografía clásica o reconstructiva de hechos, sucesos y situaciones sobre la vida de una figura pública.

Andrew Dominik, director neozelandés, toma como fuente el libro de la escritora Joyce Carol Oates, el cual ya planteaba una libertad para trazar los lineamientos ficcionales sobre el ícono sexual y popular más influyente de la historia del cine. Dominik, a esa base de libertinaje narrativo, le suma una variable: el caos. Es decir, su aporte como cineasta a las palabras de Oates es una estrategia sostenida en la arbitrariedad estética, principalmente por pasar del 4:3 al 16:9, del blanco y negro al color sin sustento narrativo. El cambio de formato no se debe a lo que podría ser un ida y vuelta entre la vida real y la del cine, ni tampoco el 4:3 aparece para enmarcar un encierro, por ejemplo.

Dentro de la sustancia dramática, la Marilyn (y la Norma Jean) que compone Ana de Armas pisotea toda la cartilla actoral posible y dentro de ese espectro pasa de la sumisión a la locura sin instancias intermedias. El recorte de Dominik (que ya aparecía en el libro de Oates) se focaliza en el sufrimiento y el dolor extremo de la actriz, no hay un gramo de misericordia, porque ver “Rubia” es como si se reviviera una pesadilla. No significa que se deban ignorar los padecimientos de Marilyn sino que las formas de mostrar y transmitir esos pesares podrían dejar entrever que detrás de la víctima también hubo un ser humano. Cuando Dominik no expone a su protagonista en un estado de dolor, lo que hace es explicar que no era inteligente y que todos a su alrededor se aprovecharon de ella. Desde sus amigos, amantes y todos dentro de la industria. Aquí está dilapidada la discusión de si fue o no cierto tal o cual hecho que se muestra, porque lo que le interesa al guionista y director es subrayar con malicia el tormento padecido.

Incluso como mapa, la película en los 166 minutos que dura es confusa en su avance, el cual solo se apoya en el lineamiento cronológico. En el medio hay una mirada despectiva sobre el cine clásico. El caso más evidente se da al mostrar un detrás de escena de «Los caballeros la prefieren rubias», donde se expone a un Billy Wilder diabólico como un chivo expiatorio de todos los males que significó esa era de Hollywood. Las escenas de ese periodo en la película se amplifican en su carácter aberrante que plantea Dominik cuando en declaraciones habla de un momento de la industria en el cual solo se buscaba enaltecer rasgos hegemónicos de las actrices. Que el director de “Chopper” no distinga entre la idea que plantea el film de Wilder y la dinámica del Hollywood clásico en su trato con las actrices lo presenta como el síntoma de lo fallida que resulta esta versión de Marilyn Monroe donde -una vez más en estos tiempos- es más importante la declamación que la reconstrucción.

«Rubia» («Blonde») de Andrew Dominik es protagonizada por Ana de Armas, Julianne Nicholson, Bobby Cannavale y Adrien Brody y puede verse en Netflix.