Es una idea recurrente que el paso del tiempo brinda la posibilidad de una perspectiva más reposada y reflexiva sobre hechos, situaciones o momentos urgentes, que en un primer acercamiento pueden arrojar interpretaciones apresuradas. Un ejemplo de ello puede ser el caso Rodney King, un taxista de Los Angeles que fue perseguido por varios policías hasta ser detenido y apaleado brutalmente en la calle por cuatro de ellos, los cuales quedaron grabados en una cinta casera por un vecino que registró todo el incidente.
Si bien King se resistió al arresto, los oficiales ejercieron brutalidad policiaca una vez que King ya había sido reducido, encontrándose boca abajo en el medio de la calle. La defensa de los agentes alegó que King intentó quitarles un arma y que se resistió en todo momento, aunque nada de esto se apreció en el video, que fue la principal razón por la que el caso llegó a juicio. Fue una de las primeras veces en las que un hecho de estas características fue captado y luego transmitido en las cadenas de noticias de todo el mundo. Por entonces, la accesibilidad para registrar video y luego reproducirlo a través de una vía masiva (lo que solo podía hacer la TV) era pronunciadamente limitada, más aún para un público general.
Las repercusiones del juicio, que terminó con un veredicto de exoneración en todos los cargos para cuatro oficiales, tuvieron un eco de varios días desde el 29 de abril al 4 de mayo de 1992. La revuelta civil en las calles de Los Angeles no puede atribuirse tan solo a la absolución de los policías sino a un caldo que se cocía a fuego lento, desde hacía años, en la ciudad. La demografía de los barrios, la concentración de etnias y las fronteras invisibles de los sectores blancos para las minorías contribuyeron a una tensión racial que acabó con la mecha encendida por lo acontecido con King. De hecho, se sumó el caso de Latesha Harlins, de 15 años asesinada por Soon Du Ju (dueña de un supermercado coreano) de un disparo en la nuca cuando creyó que la joven iba a robarle. La mujer fue condenada por homicidio culposo pero la jueza la sentenció tan solo a servicio comunitario sin pasar por la cárcel. Su argumento fue: “Veo en la acusada Soon Du Ju a alguien que no volverá a delinquir, la veo frente a mí y sé que no es una delincuente”.
Si el caso de Harlins no despertó una espiral de violencia inmediata, como sí lo hizo el veredicto de King, fue en parte por la decisión del jurado que halló culpable a la supermercadista, a diferencia de los cuatro policías que fueron absueltos. Cierto es que no fue olvidado por la comunidad afroamericana, ya que la mayor parte de los comercios atacados entre el 29 de abril y el 4 de mayo fueron coreanos. La tensión entre las minorías ya había tenido un arranque en su escalada cuando algunos líderes afroamericanos denunciaban la presencia de comerciantes coreanos que estaban ubicados estratégicamente en comunidades como Compton o en South Central con sus licorerías en diferentes esquinas.
Regresemos un minuto a las representaciones ficcionales de estos hechos. En “Kings” (2017) de Deniz Gamze Ergüz se retrata en un prólogo el momento del asesinato de Latesha para luego seguir con los días previos al veredicto del caso King. La historia gira en torno a una mujer que alberga en su casa a niños dentro de un programa de guarda temporaria. La cotidianeidad para darles una vida mejor y la lucha para sobrevivir se presentan como un correlato de un contexto adverso. Es lamentable cómo el ignoto director saca todos los resaltadores posibles para remarcar a partir de golpes bajos que van desde diálogos ampulosos hasta registros de archivo que, intercalados, rompen la atmósfera de la construcción ficcional.
Un cuarto de siglo después de la revuelta civil más destructiva de la historia de Estados Unidos, no basta para que se pueda reflexionar asertivamente bajo el aprovechamiento del paso del tiempo. En contraposición a esta película relativamente actual, las producciones cinematográficas de la época en cuestión marcaron el retorno de un cine afroamericano que se transformó en un nuevo fenómeno, similar al blaxploitation de los 70′, aunque más dramático y urgente. Tras el éxito de “Los muchachos del barrio” («Boyz’n the Hood», 1991), la ópera prima de John Singleton, surgieron otras películas de similar temática y dirigidas por afroamericanos, lo cual no es un dato menor. “Infierno en Los Ángeles” («Menace II Society», 1993) y “Presidentes muertos” («Dead Presidents», 1995) de los hermanos Hughes y “La fortaleza del vicio” («New Jack City», 1991) de Mario Van Peebles fueron las producciones más significativas en reproducir de manera inteligente la urgencia de lo que sucedía en las urbes, en relación a las problemáticas de la comunidad afroamericanas. Sin ser gruesas ni solemnes en sus historias, estas películas se alejaron del naturalismo y la hiperbolización celebrada a directores como Spike Lee. De hecho, “Presidentes muertos” es lo que “Cinco sangres” («Da 5 Bloods», 2019) de Lee no pudo ser, una película cruda pero entretenida sobre el papel de los jóvenes afroamericanos enviados a la primera línea de batalla en la guerra de Vietnam. Incluso, “Días extraños” («Strange Days», 1995) de la enorme Kathryn Bigelow recrea la escena del apaleamiento de King con una vuelta inteligente sobre el desenlace y la importancia urgente de las grabaciones caseras. Resulta paradójico que las mejores películas sobre tales problemáticas fueron las realizadas en forma contemporánea mientras que las más olvidables son las que no supieron aprovechar el factor tiempo.
El documental “LA 92” (2017) de los directores ganadores del Oscar, TJ Martín y Daniel Lindsay, se centra en el antes, el durante y el después de los hechos que derivaron en la revuelta de 1992 en Los Angeles. La clave del éxito de esta película está, en primer lugar, en ubicar en tiempo y espacio los antecedentes al acontecimiento para luego dar lugar a repasar el caso, el levantamiento popular y las consecuencias nefastas de la violencia, todo con material de archivo sin la inclusión de entrevistas o testimonios actuales. La construcción narrativa, como suele suceder, tiene una atmósfera de thriller que delinea una tensión insostenible a pesar de que se puedan conocer algunos momentos claves de todo el asunto. La revuelta dejó un saldo de 58 muertos, 23.000 heridos, 11.000 arrestos y 916 edificios incendiados a lo largo de seis días de furia, como nunca se vio en la historia de los Estados Unidos.
“Kings” puede verse (o no) en Netflix y “LA 92” puede (y debe) verse en Netflix.