Migrar para no morir

«Debo, en los términos más enérgicos, pedir a México que detenga este ataque y, si no puede hacerlo, llamaré a los militares de Estados Unidos y cerrará la frontera sur», con este corto pero contundente tuit, el presidente Donald Trump amenaza a México para que detenga la ola de migrantes que, a gatas y con coraje, lucha por llegar al país de Disney.

Volar sin rumbo

Desde el pasado fin de semana, miles de personas procedentes de Honduras, El Salvador y Guatemala intentan llegar al sur de Estados Unidos. La causa que los empuja es más fuerte que el miedo a las amenazas del presidente enemigo de los inmigrantes. La pobreza y la violencia, causada principalmente por las pandillas, ha desplazado forzosamente a familias enteras que, arriesgando su vida, migran como aves sin nido. Solo quieren vivir en paz, que los dejen de matar.
Estos países son el blanco de la pobreza y la corrupción. Los estrepitosos cambios en los gobiernos o los rancios periodos de algunos gobernantes en otros, ha generado una ola de violencia que no parece terminar.
Convocados por las redes sociales, más de 4.000 hondureños atendieron el llamado y en los siguientes días atravesaron Guatemala con el objetivo de llegar a Estados Unidos.

Huir de la violencia

Con una tasa de homicidios de 43 por cada 100.000 habitantes, Honduras es considerado como uno de los países más violentos del mundo, principalmente por la operación de las pandillas y la incursión del narcotráfico, una situación que impera también en Guatemala y El Salvador. Además, el 68% de los nueve millones de habitantes en Honduras vive en condiciones de pobreza. La mayoría culpa al presidente Juan Orlando Hernández de no acabar con los problemas sociales.
«El hambre parece ser el último y más temible recurso de la naturaleza». Esta frase del pensamiento del economista y matemático Thomas Robert Maltus, refiriéndose al modelo de la economía en los tiempos del pensamiento económico clásico, parece una premonición. Su actitud pesimista con respecto al futuro del mundo hoy se materializa. 240 años han pasado desde la aparición de su Ensayo «Sobre el principio de la población», en el que argumentaba que la raza humana tendía a multiplicarse a un ritmo muy rápido y que la tierra, a diferencia de la población, no lo puede hacer. La consecuencia de esto era que el número de habitantes dejaría inevitablemente atrás, más pronto que tarde, a la cantidad de alimentos necesarios para mantenerlos. «Las guerras, las epidemias y las plagas resultan necesarias para regular la población», observaba Malthus.
Seguimos caminando sobre la historia con los ojos vendados, cometiendo los mismos errores. Viviendo con indiferencia el sufrimiento de los pueblos. En tiempos de crisis la herramienta fundamental es la solidaridad.