Obra en pedacitos

Paciencia, la principal cualidad que debe tener quien quiera dedicarse al arte del mosaico. Mariela Gatto, mosaiquista y profesora, señala que es lo primero que les dice quienes quieren aprender este arte. Además de paciencia, el mosaico tiene «una función terapéutica», explica Gatto.

¿Qué es el mosaico?

Es una técnica milenario que se hace desde hace muchísimos años, sobre todo en Grecia y Roma, y consiste en el armado de una pieza a través de muchas teselas, que son las que conforman el mosaico. Las teselas pueden ser de «esmalte, venecitas, azulejos y piedras», precisa la profesora.
Estas teselas, las piezas que le darán vida a la obra, se cortan a mano. Previamente se hace el diseño, el boceto de la obra y, posteriormente, se preparan las piezas en sus diferentes formas y colores para ir construyendo la obra.
Y así como es importantísima la paciencia, no es un dato menor el tiempo que se necesita para terminar un mosaico. «Una obra puede requerir tres, cuatro, cinco, seis meses de trabajo. No es agarrar un pincel y pintar», nos señala Gatto. «Es una actividad muy terapéutica y requiere mucha paciencia. Primero se diseña el boceto y después se preparan las piezas, ir cortando cada pieza para ir formando lo que una está buscando», remarca.
Los mosaicos se dividen en dos categorías, el artístico y el escultórico. El primero es lo que podríamos denominar cuadros, son obras que se pueden colgar y no pueden exceder los 10 centímetros «para afuera». El escultórico es el que se puede apreciar de cualquier punto de vista y, como su nombre lo indica, es una escultura. El hecho de que con mosaicos se pueda recubrir cualquier superficie le da esa ductilidad de poder construir obras tridimensionales.

«Lo quiero hacer»

Cuando Gatto se inició en este arte, hace 12 años, «había muy poca gente que se dedicara al mosaico en Argentina. La comunidad empezó a crecer gracias a la difusión y actualmente hay gente que se dedica al mosaico en todas las provincias. Principalmente en Córdoba, Buenos Aires, Rosario, La Plata y Mar del Plata se hace muchísimo mosaico», indica Gatto.
La relación entre esta artista y el mosaico se inició a través de una maceta. «Un día me topé con una maceta con venecita, me enamoré, dije ‘lo quiero hacer’ y no pude parar. Abrí la ventana de Internet y me di cuenta que hay una técnica milenaria, que se pueden hacer millones de cosas», rememora. «Empecé a transitar por este mundo primero con las venecitas, después los azulejos, luego el esmalte y por último las piedras y cada vez con más cosas», señala.
A Mariela Gatto lo que más le atrae de esta actividad es su carácter lúdico, «el mosaico se hace con diferentes piezas y uno puede involucrar piezas de su propia historia, de sus anécdotas, de sus hijos. Permite generar cualquier paisaje, cualquier situación», menciona.

Salón del Mosaico

Durante este feriado largo de diciembre se realizó el Tercer Salón Nacional del Mosaico en la galería Central Newbery del barrio de Palermo. Las dos ediciones anteriores se realizaron en la quinta Trabuco de la localidad de Vicente López. El cambio se debió a la intención de «darle una difusión más artística al mosaico», informa Gatto. Además, «es un lugar de arte que permite dar difusión a lo que hacemos».
«la idea de este salón es seguir incentivando el mosaico como una forma de arte, como una forma de expresión, de meditación. Todo el que hace este arte se da cuenta de que entra en trance, de que le hace bien. Lo primero que le digo al que viene al taller es que hay que tener paciencia».
Una curiosidad de este salón es que no hubo primer premio. En palabras de Gatto, «los trabajos están buenos, pero ninguno superó ni generó una sorpresa. Ahí es donde tenemos que parar y ponernos más exigentes», por ese motivo los próximos salones tendrán lugar cada dos años «para que haya tiempo para pensar las obras e incorporar ideas».
De todas formas, el segundo premio fue para Lara Echeverría por el mosaico «Pappo», mientras que el tercer puesto quedó para María Cecilia Rodríguez con la obra «Mandatos». Pero en una opinión muy particular hubo una obra que se merecía el primer premio y fue «Rostro Plumas» de Mariana Tomio.