Una década sin Flor

Con motivo de los diez años de la desaparición de Florencia Pennacchi, sus familiares darán hoy a partir de las 17 horas una conferencia de prensa seguida de un acto frente al Palacio de Tribunales. El evento se llevará a cabo para reclamar que se investigue la hipótesis que señala que pudo haber sido víctima de una red de trata de personas con fines de explotación sexual. Ante la falta de respuestas por parte de la Justicia, su hermano Pedro dijo: «No quiero salvar al país, quiero recuperar a mi hermana o lo que me devuelvan de ella con lo que le hayan hecho».
Cuando terminó el colegio secundario Florencia Pennacchi dejó Neuquén para estudiar Economía en la Universidad de Buenos Aires y se mudó a Palermo con Pedro, su hermano. El 15 de marzo de 2005 se juntó a cenar en su casa con amigos y después de la reunión pidió una cerveza al delivery, bajó a recibir el pedido y salió de nuevo. Al irse, dejó una riñonera con el monedero, la billetera, el documento, la tarjeta de crédito y de subte, el cargador del celular y los apuntes de la facultad. Se fue con lo puesto y nunca regresó.
Pedro Pennacchi cuando saluda aprieta fuerte las manos. La comisura de los labios esboza una sonrisa de cortesía que contradice la tristeza de la mirada. Se deja caer en la silla del bar con el peso de la cursada y la jornada laboral a cuestas y pide una gaseosa para bajar el agobio del verano en el cemento. A pocas horas de cumplirse una década sin Florencia, él describe esta fecha como un día de lucha. «Al tener el caso instalado se evita que la Justicia nos ningunee o nos cierren la causa», dijo sobre las actividades que su familia realiza año tras año, y afirmó: «Vamos a pedir que se cierren directamente los prostíbulos, que el Estado se haga cargo de que una chica rescatada tenga una vida segura y de un banco de ADN para gente desaparecida en democracia».
En la mañana de aquel miércoles 16 de marzo, Florencia hizo cuatro llamadas desde su celular: dos a un compañero de trabajo, una a su hermano y otra a su jefe para decirle que no iba a ir a trabajar porque se sentía mal y que iba a ir a la guardia del Hospital Fernández. Pero nunca llegó. En uno de los tantos intentos por encontrarla, una de sus amigas se hizo pasar por ella y llamó a la compañía de teléfono diciendo que le habían robado el celular. Así se supo que hubo otra llamada esa noche: una a un número que nadie de su entorno pudo reconocer.
Habiendo pasado 48 horas de la desaparición, la familia hizo la denuncia correspondiente a la Comisaría 23 de Palermo y tomó contacto con Red Solidaria para que la búsqueda llegara a los medios. El caso paseaba errante de fiscalía en fiscalía hasta que entró en escena la División Búsqueda de Personas de la Policía Federal a cargo de Jorge Omar Fernández y tomó la posta. «La comisaría agarró la desaparición así nomás y recién arrancaron cuando hubo un impacto mediático, por motus propio no se iba a mover. Cuando se llevan a una persona para esto no va a aparecer en el sistema, se la saca del sistema», destacó Pedro.
Los días transcurrieron entre volanteadas y pegatinas con la foto de Florencia por toda Capital Federal y los recados con datos dispares que la Policía se encargó de desechar no se hicieron esperar. Los rastrillajes se suspendieron porque hubo tres llamadas de personas que afirmaban haberla visto en el barrio de Chacarita. Mientras la noticia se filtraba en los canales de televisión, los allegados a la víctima cuestionaron que las comunicaciones telefónicas habían sido efectuadas por una misma señora que adoptó identidades distintas. Posteriormente se presentó un habeas corpus y se solicitó un informe a la Dirección de Límites y Fronteras para saber si ella había salido del país, pero no se halló ningún registro certero al respecto.
Después que un hombre llamó diciendo que tenía secuestrada a Florencia y que exigía 5.000 pesos a cambio de su liberación, la investigación pasó a la División Anti Secuestros Extorsivos de la Policía Federal y fue llevada al Juzgado N°14, Fiscalía N°23, a cargo del juez Ricardo Luis Farías y el fiscal Marcelo Retes. A partir de ese momento, la causa fue caratulada como Averiguación de Paradero y se mantiene así hasta la actualidad. Tras un error técnico en el que se rescató una conversación telefónica entre Pedro y el abogado de la familia, la Justicia empezó a indagar en aquel número desconocido al que Florencia había llamado durante la madrugada de su desaparición.
Luego de un año de parsimonia burocrática, el hombre tras el número desconocido fue citado a declarar. Dijo que el último lugar en el que había estado Florencia fue el boliche «Confusión», ubicado en Costa Rica y Scalabrini Ortiz y que ya no existe más. También aseguró que no tenía ninguna relación con los propietarios del lugar. El local estaba a nombre de un familiar suyo, pero los responsables de la investigación no profundizaron al respecto. «Retes me parece que es una persona que ha hecho muy bien la carrera de Derecho pero el devenir de él es hacer una especie de carrera burocrática, no se ve que tenga un móvil. Podría haber sido penalista como también tributarista», opinó Pedro sobre el fiscal.
Ante la desidia de las entidades institucionales, la investigación paralela por parte de los familiares y allegados de Florencia se volvió una necesidad. Tomaron contacto con dos santafesinas víctimas de redes de trata de personas que la reconocieron a través de fotografías. En conversación privada con Susana Trimarco, una chica afirmó haberla visto en Bernal (Partido de Quilmes), Quequén (provincia de Buenos Aires) e Inriville (Córdoba). Después de brindar testimonio la volvieron a secuestrar mientras estaba con custodia policial y a otra de ellas la amenazaron, le balearon la casa y agredieron a familiares. El resultado fue que la testigo cambió su declaración por otra que desestimó las responsabilidades de la denuncia. «Nadie dice nada porque les parece que si una chica baja a lavar las sábanas del bulo no debe estar secuestrada y que tranquilamente podría irse a su casa. No sé si se les ocurre que puede estar sometida», opinó Pedro y resaltó: «Los prostíbulos como están organizados ahora, al total margen de la ley, son agujeros donde se cultiva la trata, no responden a nadie más que al comisario que les cobra la coima o algún otro político que hace un dinero de eso».
Pasados los dos años de la desaparición, los familiares y allegados que investigaban por su cuenta recibieron un CD con fotos cuya fuente no pueden revelar. Estas imágenes correspondían a fichas de mujeres que eran explotadas sexualmente en un barrio de prostíbulos de Santa Cruz denominado «Las Casitas». A Florencia la reconocieron en una de las imágenes sus amigas y dos peritos. Nuevamente, el fiscal Retes desestimó las pruebas. «Hay que tratar de poner en dimensión que son las hermanas de alguien, son las hijas de alguien, las amigas de alguien… no es un problema abstracto. Puede pasarle a la persona con la que convivas en este mismo momento y que capaz se va a tomar el colectivo y no la ves nunca más», advirtió Pedro acerca de las víctimas de trata de personas.
En julio de 2010, Nancy Miño Velázquez, auxiliar de segunda de la Policía Federal en la División de Trata de Persona y agente encubierto en redes de explotación sexual, denunció públicamente al comisario inspector Jorge Cipolla por cobro de coimas que habilitaban el libre albedrío de tratantes y regentes de prostíbulos en Capital Federal y provincia de Buenos Aires. Cipolla era la máxima autoridad en dicha división, responsable de la investigación de Florencia y pareja de la diputada del PRO María Eugenia Rodríguez Araya. Fue removido del cargo y se fue a trabajar al Ministerio de Educación porteño. Miño Velázquez también acusó al entonces titular de la División Trata de Personas de la Policía Federal, el comisario Jorge Omar Fernández, por ser el encargado de ir a buscar el dinero a los prostíbulos. Para el fiscal Marcelo Retes la denuncia no justificaba el accionar de la Justicia, dado que Florencia había desaparecido tres años antes de la vinculación de los acusados con la red de trata de personas y no se los podía relacionar con el caso.
Diez años de ausencia. Diez años de incertidumbre y de injusticia. Una década en la que el deseo de todo el entorno de Florencia Pennacchi se resume en palabras de su hermano: «Yo haría las cosas de otra manera si supiera que la eliminaron. Trabajo en pos de recuperarla y eso para mí es lo más importante».
Si querés contar con más información visitá el blog. Además, existe una cuenta en Twitter (@queremosaflor), página en Facebook («10 Años Sin Florencia Pennacchi») y podés utilizar el hashtag #FlorenciaPennacchi para sumarte.