Una presencia anodina

El jueves pasado se estrenó la última producción de Steven Soderbergh, «Presencia» («Presence» es su título original). Llama la atención este film hecho con mínimos recursos para un director de su talla y de su vasta filmografía.

Lo primero que debe decirse al respecto es la subversión al género que comete, ya que no logra articular herramientas que sean demasiado compatibles con la propuesta objeto de su acción. No hay aquí grandes sobresaltos, en una historia de una familia compuesta por marido, mujer y dos hijos, que adquiere una propiedad muy llamativa, la cual contiene una presencia.

El resto del metraje gira en torno a las tribulaciones de la hija del matrimonio y su percepción con respecto a una presencia en la casa. Esta adolescente viene de perder a una compañera escolar y mejor amiga y esta mudanza sirve un poco a la manera de intentar dejar atrás esta dolorosa pérdida.

En el curso de la trama, la causa de la muerte de esta amiga se irá esclareciendo a través de la incorporación de un contenido o viñeta que no revelaremos aquí.

En cuanto al guion, falla el concepto de la presencia, pues pretende relacionarla con alguien que ocuparía la casa sin que los nuevos ocupantes hayan siquiera ingresado a vivir en ella, sin que se justifique demasiado este aspecto con el correr de la propuesta, y falla nuevamente al final, en el que se estaría develando de quién se trata la misma, cuando, si se mira en retrospectiva el film, ello sería imposible.

Lo mejor que puede decirse de «Presencia» es que es un ejercicio bien filmado.