Al maestro con cariño

Mi viejo a principios de la década del 80 quiso poner computadoras en los colegios en mi ciudad, Junín. Muchos docentes lo trataron de loco, que no tenía sentido la propuesta. Él decía que en el futuro cada chico iba a tener una, y se le reían. Aunque hoy pueda dar risa en el sentido opuesto, la anécdota es totalmente cierta.

Cierto también es que en nuestro país, en la actualidad, contamos con algunos recursos para implementar diferentes modalidades de educación digital, ya que en el transcurso de estos últimos años, por parte de gobiernos locales, provinciales y nacionales más algunos emprendimientos privados, se dotó a buena parte de los chicos con acceso a internet y/o computadoras personales. Viajé a Salta y comprobé que llegan tanto como al conurbano bonaerense.

Además, y casi naturalmente, los chicos se capacitan continuamente en el uso de estas herramientas, ya sea por interés personal o por simple “inercia” motivacional por los tiempos modernos en los que estamos inmersos. Hasta acá todo bien, pero el obstáculo que se presenta es uno inesperado. Quienes menos competentes se hallan son los responsables de la educación en la escuela, incluso todavía hoy es común escuchar a algún que otro maestro renegar de la tecnología y del uso de la misma como soporte de la enseñanza. Es evidente que no en todos los aspectos la sociedad argentina ha evolucionado. Es necesario repensar, replantear aspectos directamente relacionados con la formación académica docente. Es decir, de algún modo llamar a la reflexión e indagar en profundidad la enseñanza actual, estancada y apuntalada en las décadas de la primera mitad del siglo pasado. Por mencionar dos ejemplos casi al voleo, el primero refiere a la ubicación espacial de los alumnos, todos de un lado escuchando al maestro en el frente. En segundo lugar, es hora de analizar el rol de los dispositivos móviles dentro del aula. ¿Los podemos pensar como herramientas o como enemigos de la atención?

También tenemos que instalar en nosotros la idea de asociar a las tecnologías como una herramienta de valor para servir de soporte y ayuda en el alumno tanto como en los que tienen la tarea de enseñar. Es necesario que demos un paso hacia adelante y dejemos de ver a esta como una competencia para con el docente, pensamiento tan retrógrado como insostenible.

Para ampliar lo anterior, puedo mencionar que países como Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur, Alemania, India y Dinamarca se enmarcan entre los países con mayor número de computadoras personales y conexión a Internet, con más de un 60 por ciento de hogares que poseen las mismas y un 55 por ciento de ellos cuentan con conectividad a Internet. En el año 2008, casi el 90 por ciento de los hogares en Canadá, Suecia, Holanda y Suiza ya contaban con una PC. Estos números reflejan, a su vez, el grado de avance asociado directamente al progreso socioeconómico. Para ser más concreto, los países que incorporan las tecnologías a la educación son aquellos que se denominan potencias, y no de manera inversa. El ejemplo más claro en América Latina está dado por Chile, con porcentajes muy aproximados en cuanto a las tecnologías en la educación y la información a los países más industrializados de Europa.

En el rubro educativo Finlandia pica en punta. Su visión de esta es simple. Creen fervientemente que la alfabetización no se hereda, es instrumento de formación constante, por lo que a medida que el mundo muestra avances en el aprendizaje, son incorporados sin más. El éxito se basa en la igualdad de oportunidades de los ciudadanos para estudiar y desarrollar su propio conocimiento y para utilizar ampliamente los recursos de información y los servicios educativos. Para ello era preciso establecer un modo de funcionamiento de alta calidad, ética y económicamente sostenible en materia de enseñanza e investigación basado en redes. Defienden la postura de interpretar a la enseñanza no como un sistema, sino como una filosofía y una práctica pedagógica.

Viendo en perspectiva el nivel educativo en nuestro país, es fundamental reformular los métodos, los medios y la estructura de enseñanza para poder dar un salto y arribar de verdad al nuevo milenio educacional. Pero la tarea no es fácil, porque este cambio radical conlleva tener una filosofía y una política que acompañe el cambio. Hay que brindar las comodidades, los establecimientos y el alcance pretendido, entre otras cosas.Por eso, hay que darse a la tarea de mirar al de al lado, interpretar la acción y copiarse, de ser necesario. Tenemos que pasar la prueba, y en esta ocasión esta actitud está muy bien. Metafóricamente hablando, creo que tenemos que “resetear” la estructura histórica educacional argentina. Tenemos que cambiar la visión del mundo.

Pero si no se da el paso inicial de una vez y por todas, pasa como el cuento del huevo y la gallina, no se sabe qué viene primero. Y por algo hay que empezar. Urgente.

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