America’s got vampiros

Este presente seriéfilo nos encuentra en la búsqueda constante de algo, lo suficientemente bueno, como para fanatizarnos intensamente durante cortos lapsos de tiempo. «What we do in the shadows», creada por Jemaine Clement y Taika Waititi, puede ser todo lo que necesites en este contexto.

En el año 2014, Clement y Waititi dirigieron una película del mismo título y esta serie funciona como una suerte de spin off. Repite la esencia general e, incluso, varias de las situaciones que se dan en el largometraje, pero con una comedia más afilada.

Un desopilante reality show de vampiros nos introduce en una mansión antigua habitada por tres vampiros muy tradicionales: Nandor (Kayvan Novak), Laszlo (Matt Berry) y Nadja (Natasia Demetriou). Estas tres criaturas torpes y excéntricas se ocultan del sol y durante las noches despiertan para beber sangre humana normalmente, hasta que reciben la noticia de que un legendario vampiro los visitará con el firme objetivo de tomar el poder de Norteamérica.

Guillermo (Harvey Guillén) también convive con ellos como el fiel sirviente de Nandor y con la esperanza de que su amo lo convierta pronto en un vampiro. Pero, además, tiene un fantástico giro original que acerca la fantasía a lo ordinario: Colin Robinson (Mark Proksch) pertenece a una especie de vampiro diurno que se alimenta de la energía de los humanos mediante tácticas de fastidio y aburrimiento de quienes lo rodean.

Todos estos personajes viven, episodio a episodio, aventuras delirantes en las que el argumento no es muy sólido ni importante, sino que se arma y desarma en función de una infinidad de chistes.

Las referencias

Así como en la película había claras referencias a los vampiros de la historia del cine y la televisión, con un claro y emblemático Nosferatu de Max Schreck en el año 1922. Los diez capítulos también se aprovechan de las incansables representaciones audiovisuales de estos monstruos. Para Guillermo su inspiración es Armand, interpretado por Antonio Banderas en «Interview with the Vampire», por ser el primer vampiro hispánico que haya visto en pantalla grande.

El erotismo de la novela «Carmilla» del año 1872 marcó un estereotipo sexual en muchos vampiros sucesores, y contaba la historia de una vampiresa y una joven humana inocente en un vínculo de carácter lésbico. Hay una especial referencia en el personaje de Nadja y un guiño en la relación con la ingenua Jenna (Beanie Feldstein).

Además, podemos disfrutar de la elegancia de Bela Lugosi, chistes sobre «Twilight», la incidencia de Blade, Van Helsing, y la participación de Tilda Swinton y Danny Trejo entre incontables clichés, citas y homenajes en un formato de parodia potenciada en relación a la película homónima y precedente.

Razones para ver la serie

El formato de reality show parece calcado hasta en detalles mínimos de gestualización de los personajes, estructura y factura técnica. El humor es absurdo y redobla los chichés para intentar sorprender y generar una vuelta de tuerca sobre los lugares comunes.

Los personajes y las interpretaciones son, probablemente, lo mejor de la serie, ya que dentro de su realidad ficticia y de fantasía se vuelven creíbles y apuestan a la ingenuidad para ser mucho más queribles y empáticos que en el largometraje.

Finalmente, la musicalización brinda una oportunidad de descubrir gemas bizarras y con mucho ritmo y los capítulos solo duran poco más de veinte minutos y tienen una dinámica muy ágil.