¡Astros, rayos y centellas!

“El Principio del Vacío es una prolongación del concepto de soltar las riendas, de aflojar tu presión sobre algo, de cesar de agarrarte a algo y permitirte vivir tu vida. Va un poco más allá de, simplemente, soltar las riendas. Al practicar esto crearás un vacío, un espacio en tu vida, liberándote por tu propia decisión de lo que es viejo, indeseable o innecesario. Lo haces con el objeto de hacer lugar a algo nuevo y más deseable. Lo haces aún y, precisamente, cuando tienes miedo de no poder reemplazarlo. Al practicar este principio evalúas lo que tienes: desde una corbata vieja hasta un televisor. Ahora bien, el Principio del Vacío es aplicable tanto a objetos como a situaciones. Si no eres feliz con tu trabajo y no ganas el dinero que deseas, y buscas alternativas durante un tiempo y las mismas no aparecen, puedes decidir crear un vacío renunciando a ese empleo que te desagrada, a pesar del miedo que sientas de quedarte sin trabajo y sin dinero. Y ese vacío lo puedes llenar concentrándote en tu objetivo: un trabajo que realmente te satisfaga en cuanto a las tareas y a la remuneración.” (extracto del libro «Volviendo al negro» de Jerrold Mundis)
Cuando hablamos de la energía de Acuario y del planeta que lo rige, Urano, estamos refiriéndonos a una energía que en verdad es difícil de asimilar para la mayoría de los mortales. Lejos del paradigma capricorniano con el que se mueve el mundo científico y sus leyes, donde las secuencias de los sucesos son previsibles, donde precisamente existe “secuencia”, porque mirando en retrospectiva podemos inferir cuál será el desarrollo y la consecución de los hechos, entre Capricornio y Acuario se nos presenta un abismo…
Salvo las personas que desde muy temprana edad estén muy familiarizadas con la energía de Acuario, la palabra “imprevisto” está casi directamente asociada a fatalidad. Y aquello que aparece de repente sin previo aviso y que no ha de repetirse jamás, que no podemos rastrear su “origen” ni intervenir entonces para que suceda nuevamente porque no ha sido esta vez la ley de causa-efecto la que se hizo presente, sino la maravillosa creatividad de esta tan incomprendida energía, generalmente nos parece tan delirante y desestructurante que nos cuesta muchísimo incluirlo en nuestra conciencia.
El abismo del que hablo cuando me refiero al salto desde Capricornio hacia Acuario, el signo que le sigue en el zodíaco, está representado por la inmovilidad de la montaña capricorniana y la imagen de un paracaidista o un aladeltista que, sencillamente, se arroja al vacío sin tener certeza alguna de si el elemento que porta cumplirá con la misión de mantenerlo sostenido por el aire. Sí, claro, Acuario es un sigo de “aire”.
Entregarse a esa corriente creativa de lo imprevisible, de lo que tal vez no se repita jamás, de lo que no se puede conceptualizar por desconocimiento de su origen y que por lo tanto no sabremos nunca a dónde nos llevará, bien puede ser una experiencia de vida maravillosa… o sencillamente aterradora.
Dependerá de nuestra “estructura” natal, de cuán en sintonía estemos con esta energía desde nuestra más tierna infancia… aunque claro, dependerá también de los aprendizajes que nos toque encarar. Un ascendente en Acuario tendrá que saber que cuánto más cerca esté del “paracaidista” que de pretender que la vida sea quieta, rutinaria y previsible, más feliz y más pleno se sentirá cada día, aunque los ataques de “pánico” (reales desde la concepción psiquiátrica o figurados pero reales en cuanto a sensaciones “abismales”) serán sus compañeros casi cotidianos de camino.
El principio del vacío
Más allá de cuál sea la configuración de nuestra carta natal y de los aprendizajes que nos toquen y que se desprendan de una lectura de la misma, te invito a ponerlo en práctica al menos en pequeñas cuestiones no trascendentales. Familiarizarse con esto es en verdad divertido y excitante, y nos abre a un mundo de creatividad constante. Soltar y saltar, y cuando aparecen el miedo y la mente exigiendo respuestas “concretas”, simplemente respirar profundo.
Artículo elaborado especialmente para puntocero por Félix Olivari Tenreiro.