Ecuador: las vueltas de la política

Un nuevo mapa político se despliega en el Ecuador. Las elecciones del pasado domingo 5 de febrero arrojaron una derrota estrepitosa para el gobierno del banquero Guillermo Lasso, y una revitalización del espacio conducido por el expresidente Rafael Correa, exiliado en Bélgica desde 2017 tras dejar la casa de Gobierno.

Por un lado, se celebraron las denominadas elecciones seccionales, en las cuales se votaban gobernaciones provinciales (en Ecuador se llaman prefecturas), alcaldías, concejalías y vocalías. Por otro lado, un referendo constitucional convocado por el Presidente, compuesto por ocho preguntas relacionadas con cuestiones institucionales y de seguridad pública, entre las que se encontraba la habilitación para extraditar ecuatorianos y la reducción de la cantidad de integrantes de la Asamblea Nacional, en donde el partido de Lasso es minoría.

En cuanto a las gobernaciones y alcaldías, se produjo un fenómeno para muchos inesperado, especialmente por la importancia de las regiones en donde se alzó victorioso el correísmo a través de su instrumento electoral, el Movimiento Revolución Ciudadana (RC).

En la provincia de Guayas, la más poblada del país y en donde reside el principal polo económico, la candidata Marcela Aguiñaga logró desbancar al Partido Social Cristiano (PSC), que gobernaba allí desde hacía más de 30 años. Su capital, Guayaquil, vio triunfar a Aquiles Álvarez. A su vez, en la provincia de Pichincha fue reelecta Paola Pabón, perseguida -al igual que muchas figuras de ese espacio político- y encarcelada en los tiempos de Lenín Moreno; y en Quito, capital tanto de aquella prefectura como de la Nación, fue el turno de Pabel Muñoz. Se suman, en este tablero, las victorias en Manabí, Azuay, Imbabura, Santo Domingo, Cañar, Sucumbíos y Santa Elena. Al hacer la cuenta, se advierte que más de la mitad de la población ecuatoriana estará gobernada a nivel provincial por dirigentes de RC.

El referendo fue igual de adverso para Lasso. La opción por el “sí” perdió en las ocho consultas. Cabe preguntarse si la población (o una mayoría) votó apegada estrictamente a dichos planteos, o si utilizó la herramienta para darle un mensaje de reprobación al gobierno. El politólogo argentino Patricio Gómez Talavera escribió al respecto en su cuenta de Twitter: “La consulta en Ecuador sería un buen ejemplo de cómo estos instrumentos son un arma de doble filo. No importa lo que vos preguntás al elector; importa lo que quiere decirte. Contestan la pregunta que en el momento les angustia. No la que le hacés”.

El desplome de los ingresos, la pérdida de derechos laborales, la privatización de empresas públicas y la tragedia inédita que vive Ecuador en materia de seguridad pública (marcada por la expansión descontrolada del narcotráfico, el aumento de la tasa de homicidios, diversos motines en cárceles y asesinatos de candidatos en plena campaña electoral por parte de sicarios) ayudan a entender mejor el rechazo al presidente.

Tras su derrota, Lasso convocó a la unidad nacional, pero los distintos sectores que lo enfrentan ya manifestaron su negativa, y exigen medidas concretas para contrarrestar la crisis. Posteriormente, sobrevinieron renuncias en el Gabinete, entre ellas la del Ministro de Gobierno y el Consejero Presidencial.

La reconfiguración de la oposición ecuatoriana se vuelve más que interesante, especialmente a partir del debilitamiento gubernamental. Se trata de un proceso abierto, ya que además del correísmo, también ganó una cantidad importante de prefecturas (aunque con menor peso demográfico) el movimiento indígena referenciado en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) a través de su partido político, Pachakutik. El líder de la CONAIE, Leónidas Iza, fue quien encabezó el paro nacional indígena realizado en junio de 2022 contra el modelo neoliberal de Lasso, protestas que fueron sangrientamente reprimidas. Una de las principales incógnitas a futuro es si habrá espacio para una alianza entre el sector combativo del movimiento indígena y el espacio correísta. La persistencia de la fragmentación de la oposición sería un alivio para el Gobierno, aunque nada está dicho.