El fervor que nos une

Sin lugar a dudas, Jorge Luis Borges es uno de los máximos exponentes de la literatura argentina del Siglo XX. También es tildado como escritor para pocos, para una élite que solo surca los mundos del lenguaje complejo. Pero querido lector, hoy quiero contarte un lado B que tal vez no conozcas sobre uno de los autores más distinguido que tuvimos.

En 1921, un joven Borges regresó a Buenos Aires después de pasar siete años en Europa y descubrió que su ciudad se había transformado. Era ahora una ciudad inmensa, llena de edificios bajos. Entonces, Jorge Luis quedó sorprendido y esa sorpresa la volcó al papel, dando origen a su primer libro de poemas que se tituló «Fervor de Buenos Aires» y que vio la luz a principios de 1923. La familia Borges debía regresar al «Viejo Continente», entonces el escritor principiante regaló la mayoría de los ejemplares y se armó un método de distribución. Quién hubiese imaginado que el mismísimo Borges, ese que todos tienen en un pedestal y lo tildan de «acomodado» por tener un buen pasar económico, fue su propio promotor. Astuto, sabía que muchas personas que trabajaban en las oficinas de la revista literaria más prestigiosa de la época, Nosotros, y que participaban de sus tertulias, colgaban sus sobretodos en el guardarropa, así que llevó cincuenta ejemplares, habló con el director, Alfredo Bianchi, y le pidió que lo dejara poner sus libros en los bolsillos de los sacos. Este, muy generosamente, aceptó.

Un año después, Borges regresó al país y se llevó la sorpresa de que ganó una cierta reputación gracias a su primer libro. Resultó que muchos de esos hombres leyeron su ejemplar e, incluso, escribieron sobre él.

Es así como pienso que Borges era un hombre sencillo con un gran don: el de escribir con estilo propio.

También era un gran caminante de la Buenos Aires de los años 1920 y 1930. Resultó ser que Borges era algo «compadrito» y caminaba las calles de la ciudad sin miedo alguno.

Ulyses Petit de Murat cuenta en su libro «Borges Buenos Aires» que una vez, caminando juntos, se metieron por el barrio del Bajo Belgrano, por ese entonces un lugar muy distinto al que es hoy, donde el arroyo Vega cruzaba y había chaperíos, todo era bastante peligroso, sin embargo, a Borges parecía no importarle. Incluso, en esa ocasión, unos delincuentes los enfrentaron y Jorge Luis no tuvo mejor idea que burlarse de ellos. Tuvieron que salir corriendo. Y la realidad es que él nunca le tuvo demasiado miedo a nada, tal vez, a alguna que otra mujer. Al fin y al cabo, sí había algo de Borges en aquel Dahlmann, en el final de «El sur».

Para el periodista y crítico literario Maxi Tomas, Borges es el centro de un sistema, que podría ser el sistema solar de la literatura argentina. Muchos quisieron superar, olvidar, censurar, polemizar o editar al autor, pero Borges es como los insectos de la era de los dinosaurios, resiste a todo tipo de ataque y sigue estando ahí, porque su obra sigue estando ahí, y porque lo que hizo con la literatura del Siglo XX todavía sigue siendo novedosa y ligeramente inverosímil. Cómo la pensó, cómo escribió y cómo construyó su nombre y lo puso en el centro de la galaxia literaria.

Es cierto que mucha de la literatura de Jorge Luis Borges tiene su complejidad pero, ¿no es que acaso el desafío lo que nos mantiene funcionando? Así y todo, muchos de sus cuentos son «accesibles». Un ejemplo de esto es «Emma Zunz», mi preferido.

En 2023 se cumplen cien años del libro «Fervor de Buenos Aires», ópera prima de aquel joven Borges que aún no imaginaba que se convertiría en un referente literario para muchos. Celebrarlo es lo menos que podemos hacer para agradecer su legado.

Me gusta pensar, amigo lector, que literatura de Jorge Luis Borges es como el tango, siempre te espera, y creo que vale la pena inmiscuirnos en sus páginas porque, finalmente, Borges es un fervor que nos une.