Las nuevas tecnologías impactan el mundo cotidiano y la vida laboral cada día más. Ya es inviable ver cómo todo nuestro alrededor cambia con tanta rapidez: no hace muchos años el mundo que conocemos era totalmente distinto. No existían celulares, wifi y, mucho menos, la Inteligencia Artificial. Últimamente es indescriptible el presente en el que estamos y es todavía más difícil pensar estrictamente en un futuro.
A partir del año 2020, el momento en el que el mundo frenó por completo, pudimos ser testigos de la velocidad en que las tecnologías se extendieron. En los medios digitales surgieron diversas dudas y preocupaciones según las interfaces y la web, por ejemplo, las actualizaciones de las plataformas cada vez son más rápidas e imperceptibles para los ojos humanos, esta es una situación que asusta y promueve que algunas personas estén negadas al cambio.
Este planteo es más visible aún más en las redes sociales, son medios en las que la mayoría de la población dedica y navega varias horas al día. Aunque exista la idea de que los usuarios construyen su propio algoritmo y que poseen el poder de elegir con qué ritmo se manejan las redes resulta todo lo contrario. La web está dedica a promover la participación de sus usuarios en las plataformas, al principio, estaba dedicada exclusivamente a tener una cultura participativa, donde los usuarios compartían el contenido, pero luego de ciertas hipótesis se llegó a la conclusión que el mundo de los medios digitales está dedicado a la conectividad.
La conectividad es un sistema creado por las plataformas para maximizar la monetización y el control de las interacciones (si antes creías que controlabas lo que creás y compartís, dejame decirte que es lo opuesto). Nuestras interacciones, en cada momento, generan datos que son utilizados por empresas, es así como estos son monopolizados, recopilados y vendidos para generar más ganancias. En la actualidad, las plataformas condicionan las interacciones humanas a través de la cantidad de conexiones que tengan, tienen un objetivo comercial en el cual el algoritmo prioriza el contenido que genera más interacciones en su público.
Es decepcionante observar cómo las redes con las que tanto nos entretenemos nos manipulan de forma tan evidente sin que nos demos cuenta. Es evidente que la socialización se codifique transformando las relaciones humanas en datos cuantificables. Se dice que lo social deja de ser espontáneo, ya que pasa a regirse por las reglas algorítmicas, es decir, cada acción (like, comentario, etcétera) se convierten en datos que los algoritmos utilizan para tomar decisiones sobre el contenido que va a mostrar. Esto tiene como consecuencia la personalización extrema de contenido y la viralización de contenido emocional. Cada minuto de atención que nosotros le demos a una publicación, los algoritmos refuerzan esos contenidos mostrándonos más de ellos y generando una «burbuja de información».
En resumen, las plataformas nos manipulan porque no son espacios neutrales, están diseñadas para maximizar el tiempo que pasamos en ellas y para guiar, moldear y controlar nuestras interacciones sociales sin que nosotros seamos plenamente conscientes de ello.
Artículo elaborado especialmente para puntocero por Sofía Rabenbach.