Eterno Fontanarrosa

“De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro”. Es que él era así, un tipo sencillo al que le apasionaba escribir y hablaba como habla el pueblo, con todas las palabras.

Hincha fanático del fútbol, «canalla» hasta la médula. Tanto era su amor por Rosario Central que el día de su entierro la caravana pasó primero por El Gigante de Arroyito, la cancha del club de sus amores.

De pequeño, su entrenamiento era copiar las historietas de “Rayo Rojo”, “Puño Fuerte”, “El Tony” y “Misterix” y, contrariamente a lo que esperaban sus padres, abandonó el secundario luego de repetir tercer año, autodenominándose “un precursor de la deserción escolar”.

En 1968 le salió su primer trabajo e inició una carrera que lo llevaría a publicar 12 recopilaciones de chistes sueltos, 5 sagas de historietas, 3 novelas, 14 libros de cuentos y participar del cine como guionista, intérprete, autor y diseñador.

Y si hablo de cine, el 18 de julio del año pasado se estrenó en nuestro país la película “Metegol”, inspirada en su cuento “Memorias de un wing derecho” (cinta dirigida por Juan José Campanella).

En 1971 vio por primera vez a Rosario campeón y el partido en que dejaron fuera de la semifinal a Newells Old Boys lo inspiró a escribir su célebre cuento “19 de noviembre de 1971”.

Pasó grandes momentos de su vida en el bar “El Cairo” de Rosario, lugar donde también suceden las historias de su libro “La mesa de los galanes” y donde hoy le rinden homenaje como el ilustre comensal que fue. Además, el Negro se casó dos veces y tiene un hijo, Franco.

En 2004 hizo una exquisita exposición en el III Congreso de la Lengua Española sobre las malas palabras, exposición sin desperdicios que te recomiendo que escuches si aún no lo hiciste y que compartimos debajo.

En 2003 le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad degenerativa que hace que vaya perdiendo movilidad en su cuerpo, hasta que en enero de 2007 tuvo que dejar de dibujar pero no de pensar sus historietas. Fue entonces cuando Crist y Oscar Salas asumieron ser los encargados de ponerle tinta a sus pensamientos.

La muerte lo encontró joven, un día como hoy pero hace siete años atrás, víctima de un paro cardiorrespiratorio por un cuadro de insuficiencia respiratoria aguda. Al Negro se lo sigue extrañando, pero no murió. Vive en cada uno de sus cuentos, en cada viñeta de Inodoro Pereyra y en cada una de sus creaciones.