La grave y efímera crisis entre Estados Unidos y Colombia

En un puñado de días, Donald Trump demostró que está dispuesto a jugar «fuerte» y a fondo para intentar rediseñar el tablero internacional de acuerdo a los intereses de Estados Unidos en la nueva etapa que se abrió luego de su asunción como presidente.

La andanada del magnate ultraderechista se verifica a lo largo y ancho del planeta, con su presión sobre Dinamarca para hacerse de Groenlandia en la disputa por el Océano Ártico (que incluyó un fuerte enfrentamiento telefónico con la Primera Ministra danesa), su actitud cautelosa en el vínculo con la China de Xi Jinping, su intermediación en la guerra entre Rusia y Ucrania, su jugada en Medio Oriente para “limpiar” Gaza relocalizando a los gazatíes desplazados hacia Egipto y Jordania y su despliegue a varias bandas sobre América Latina.

En nuestra región, el primer cimbronazo fue su interés por hacerse del Canal de Panamá, explicitado burdamente en primera instancia durante una conferencia de prensa que concedió a principios de enero, a pocos días de retornar a la Casa Blanca. Según su visión, el país caribeño le cedió el control del canal a China y rompió así los tratados Torrijos-Carter de 1977, razón por la cual Estados Unidos, plantea el magnate, debe volver a hacerse con el control de esta estratégica posición geográfica y comercial. Luego vino la reincorporación de Cuba a la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, de la cual el país caribeño había sido retirado por Joe Biden en los últimos días de su gestión. Sin embargo, la escalada más grave hasta el momento es la tensión bilateral que tuvo lugar el pasado domingo 26 de enero entre Estados Unidos y Colombia, en el marco de la oleada de deportaciones masivas de migrantes en situación irregular que impulsa Trump desde el primer minuto de su nuevo mandato.

La crisis diplomática comenzó en las primeras horas del domingo, cuando el presidente de Colombia, Gustavo Petro, escribió en su cuenta de X: “Los Estados Unidos no pueden tratar como delincuentes a los migrantes colombianos. Desautorizo la entrada de aviones norteamericanos con migrantes colombianos a nuestro territorio. Estados Unidos debe establecer un protocolo de tratamiento digno a los migrantes antes de que los recibamos nosotros”. El secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, criticó la actitud del mandatario sudamericano, dado que inicialmente sí había autorizado la llegada de los migrantes colombianos expulsados de Estados Unidos y que se había arrepentido una vez que estaban a bordo. Sin embargo, desde el Gobierno colombiano dejaron trascender que, al momento de autorizar el aterrizaje, Petro no estaba al tanto de que los migrantes estaban siendo trasladados esposados y en una aeronave militar y, al enterarse, decidió dar marcha atrás. “Un migrante no es un delincuente y debe ser tratado con la dignidad que un ser humano merece. Por eso hice devolver los aviones militares estadounidenses que venían con migrantes colombianos”, aclaró el presidente colombiano posteriormente. Por el mismo motivo, el día anterior, desde Brasil, el gobierno de Lula da Silva había presentado una protesta por las condiciones denigrantes en las que los migrantes brasileños fueron deportados por el gobierno trumpista. Si contamos la reacción posterior a las primeras medidas de Trump por parte de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum (quien creó la política “México te abraza”, de la que hablamos en un artículo anterior), ya son tres los países latinoamericanos de peso que elevaron la voz ante la furia del magnate.

Como era de esperarse, Trump no tardó en reaccionar y lo hizo fiel a su estilo, de forma agresiva y con amenazas, a través de su red Truth Social. “Me acaban de informar que no se ha permitido que dos vuelos de repatriación procedentes de los Estados Unidos, con un gran número de delincuentes ilegales, aterricen en Colombia”, escribió el jefe de Estado. “Esta orden fue dada por el presidente socialista de Colombia, Gustavo Petro, que ya es muy impopular entre su pueblo. La negativa de Petro a estos vuelos ha puesto en peligro la seguridad nacional y pública de los Estados Unidos, por lo que he ordenado a mi administración que adopte de inmediato las siguientes medidas de represalia urgentes y decisivas”, agregó y a continuación enumeró una devastadora batería de medidas para asediar al país sudamericano.

En primer lugar, Trump anunció un arancel del 25% a los bienes que la economía colombiana exporta a Estados Unidos (principalmente café y petróleo), que aumentaría al 50% a la semana siguiente, una medida de ahogo brutal en caso de ser implementada, dado que la potencia del norte es el principal socio comercial de Colombia. Además, anunció la prohibición de viajes y revocación inmediata de visas para los funcionarios del gobierno colombiano tanto como para sus aliados y seguidores, junto con “inspecciones aduaneras y de protección fronteriza reforzadas para todos los ciudadanos colombianos y la carga” y “sanciones financieras completas bajo el IEEPA (Ley de Facultades Económicas en Emergencias Internacionales), aplicadas a través del Tesoro, bancos y entidades financieras”. Incluso, llegó a ordenar el congelamiento del trámite de visado para ciudadanos colombianos, que esperan su turno desde hace meses, e incluso años, para conseguir la habilitación que les permita entrar a territorio estadounidense. “Estas medidas son solo el principio”, advirtió el líder ultraderechista.

Petro enfrentó la furia trumpista con nuevas publicaciones en X. La primera fue extensa y descarnada. “Puede con su fuerza económica y su soberbia intentar dar un Golpe de Estado como hicieron con Allende. Pero yo muero en mi ley, resistí la tortura y lo resisto a usted”, dijo el presidente colombiano en uno de los pasajes más destacados. “A usted no le gusta nuestra libertad, vale. Yo no estrecho mi mano con esclavistas blancos”, continuó de forma provocativa y, al finalizar, respondió a la escalada de sanciones comerciales iniciada por Trump. “Me informan que usted pone a nuestro fruto del trabajo humano 50% de arancel para entrar a Estados Unidos, yo hago lo mismo. Que nuestra gente siembre maíz que se descubrió en Colombia y alimente al mundo”, aseguró Petro.

Luego, en otra publicación, el Presidente de Colombia anunció la orden al ministro de Comercio Exterior de subir al 25% los aranceles a la importación de productos estadounidenses, y agregó: “El Ministerio debe ayudar a dirigir nuestra exportaciones a todo el mundo diferente a los Estados Unidos. Nuestras exportaciones deben ampliarse. Invito a todas las comunidades colombianas extranjeras a ser comercializadoras de nuestros productos”. No quedó ahí la contestación, ya que Petro agregó una nueva capa al conflicto al mencionar el estado de los ciudadanos estadounidenses que se encuentran en Colombia sin regularizar su situación migratoria. “Hay 15.660 estadounidenses establecidos en Colombia de manera irregular. Deben acercase a nuestro servicio migratorio para regularizar su situación”, advirtió en un nuevo post en X.

La gravedad del enfrentamiento motivó a la mandataria de Honduras, Xiomara Castro, quien actualmente ocupa la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), a convocar a una cumbre de urgencia del organismo para abordar el conflicto diplomático. Sin embargo, instantes antes de la catástrofe, la crisis bilateral concluyó y el cónclave regional finalmente quedó suspendido. “Hemos superado el impasse con el Gobierno de Estados Unidos”, dijo el canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo. En Washington celebraron «la aceptación sin restricciones de todos los ilegales extranjeros de Colombia retornados desde Estados Unidos, incluidos en aviones militares, sin limitaciones o retrasos», mientras que desde Bogotá el gobierno de Petro anunció que pondría a disposición «el avión presidencial para facilitar el retorno de los connacionales que iban a llegar hoy al país en horas de la mañana en vuelos de deportación». «En la madrugada llegarán nuestros connacionales a territorio colombiano. Los traerá nuestra aviación y llegarán sin estar esposados», añadió luego Petro.

Pese al desenlace, el vínculo entre ambos países, que es históricamente estratégico a nivel regional (Colombia fue para Estados Unidos su principal aliado en América del Sur durante décadas), quedó seriamente debilitado. El primer enfrentamiento a fondo de Trump con un gobierno latinoamericano finalizó, al menos por el momento, pero el temblor que generó la escalada aún persiste, mientras que desde Washington buscaron capitalizar su enfrentamiento con Bogotá intentando mostrarlo como una señal a nivel global de que con Estados Unidos ya no se juega.