La obra de arte y su reproductibilidad técnica

La capacidad creativa e ingeniosa del ser humano se remonta al paleolítico, momento en el cual los individuos de esa época comienzan a desarrollar su cerebro y sus habilidades artísticas.

Sus primeras representaciones no eran decorativas, cumplían un propósito y destacaban por su carácter ritual, con el que se aseguraban conseguir buenos resultados con la caza y garantizar alimento para toda la tribu. Estas pinturas se encuentran actualmente grabadas sobre las piedras dentro de cuevas con difícil acceso, y en ellas se descubren pictogramas de humanos, animales, momentos de acción, etcétera. Estas representaciones, además de aportar un valor esencial para la historia, conservan un valor aurático y su autoridad plena. Pero… ¿a qué me refiero con autoridad plena? Se trata de la autenticidad que porta la obra de arte.

Según Walter Benjamin, filósofo y critico literario, las obras de arte son susceptibles a la imitación y a la reproducción técnica, como ejercicio de difusión y ganancias para las industrias. La imprenta y la litografía dieron paso a la técnica de la reproducción de los productos, posicionándolos en el mercado. Por este fenómeno se modifica la manera de percepción, surgiendo cambios en la sensibilidad de las personas.

Asimismo, el aura es la manifestación irrepetible de las obras de arte, es la presencia y el significado que estas aportan a la humanidad -aquí y ahora-. Se caracterizan por su valor cultual -unicidad de las estatuas, catedrales, imágenes y todo tipo de objeto artístico- y por su función ritual. Se dice que cada creación se asocia al símbolo ceremonial de su primera función, es decir se vinculan a lo puro del ritual de su cometido originario y no se desligan de él.

Por ejemplo, las primeras representaciones de los humanos, específicamente las de la cueva de Altamira, se caracterizaban por utilizar la profundidad, relieves y sombras que el lugar les ofrecía. Además, las técnicas utilizadas (pintura con los dedos, pinceles rudimentarios y grabados con cuchillos) formaban parte de un ritual cargado de simbolismo. Al reproducir estos pictogramas en un lienzo o en cualquier otro soporte moderno, se pierde esa conexión ritual y espacial, ya que el aura proviene justamente de la unión entre arte, naturaleza y sacralidad.

¿Por qué comenzamos a percibir el arte y el mundo distinto?

A través del reflejo de las transformaciones sociales, se analiza y critica las condiciones que producen este cambio. El aura se destruye por aspiración de los seres humanos a copiar/acercar las cosas que no tenemos a nuestro alcance. Ese momento clave es donde comienza la reproducción técnica, distinguida por ser independiente, tener una presencia masiva, atrofiar el aura de las obras y despreciar su «aquí y ahora». Los análisis científicos perciben que estas representaciones conllevan una función política como también un valor exhibitivo, en el cual la industria cultural busca manifestar el arte en varios puestos para asegurar sus mercancías.

Es así como las obras escapan del halo artístico y se desmorona completamente el aura de ellas, eliminando la unicidad del objeto, rompiendo el vínculo con la tradición y convirtiéndolo en algo accesible. Un ejemplo visible de este fenómeno son las constantes fotografías que circulan en internet de cuadros icónicos, como la Mona Lisa. Estas imágenes reproducidas de manera ilimitada hacen que la obra se encuentre en todos lados y pierda la singularidad que caracterizaba a su presencia en el museo. De este modo, se evidencia lo que Benjamin sostiene: la reproductibilidad técnica disuelve el aura de la obra al desvincularla de su unicidad y de la experiencia irrepetible que supone contemplarla en su entorno auténtico.

Como reflexión final, te invito a considerar este tema de actualidad y a buscar formas de habitar plenamente el presente, en el aquí y ahora.

Artículo elaborado para puntocero por Sofía Rabenbach.